20 de julio de 2023. Por Cristina de la Torre. Hombre de paradojas, César Gaviria se ha presentado como el renovador del liberalismo, pero su ideario económico encarna la versión más reaccionaria de esa tendencia política.
Discurso y obra del flamante jefe (que lleva 20 años brincándose la democracia interna de su partido) suplantaron la concepción de Estado Social de López, Gaitán y Lleras Restrepo por la de libertad de mercado sin atenuantes, hoy en reversa por doquier. Traiciona Gaviria la divisa de la colectividad que se tuvo por intérprete del pueblo. Desde la entronización del Consenso de Washington en provecho de importadores y banqueros hasta la privatización de la seguridad social y los servicios públicos.
Tareas que todo el Occidente desarrollado había confiado al Estado, por tratarse del interés general, y defendidas con celo del apetito mercantil que gobierna a los negocios privados. Las reformas que Petro propone evocan aquella tradición socialdemócrata y aspiran a reformular el control público de lo público indelegable, que ya este país había experimentado durante medio siglo. Aún bajo la fórmula de economía mixta, que disuelve la repulsa entre Estado y mercado.
Vale decir, mediante alianzas público-privadas en las cuales preserva el Estado la iniciativa y traza las políticas para el sector. En particular, cuando salud, pensiones y servicios públicos domiciliarios entran en juego. Se trata ahora de reformular el papel del sector privado en estos ámbitos, su capacidad de iniciativa y control. Y no es de gracia. Es porque su privatización ha reducido los derechos ciudadanos a negocio de particulares. En salud, verbigracia, la cobertura universal es ficción, pues el servicio no llega a la cuarta parte de la población.
Pero el expresidente, cruzado de los Palacino, de la CREG y de la banca que se lucra de los fondos privados de pensiones, se bate contra réprobos que sacrifican la prístina neutralidad de la técnica a la ideología y la política. Como si tras la asepsia de las EPS que llevan 30 años manejando para su peculio los fondos públicos de salud no hirviera, tempestuosa, la ideología del lucro privado.
Como si no hirviera en las empresas de acueducto y energía que en los dos últimos años elevaron 33% las tarifas en el centro del país. Usufructuarias de servicio social que rentan para su bolsillo, gracias a la mano visible de Gaviria. Y la rentabilidad social ahí, rey de burlas. Se ha encargado el expresidente de deformar el sentido de las reformas. Su imaginación acomodaticia convierte en estatización castro-chavista el intento de responder a los 89 colombianos que, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se inmolaron en las calles en 2012, escenario de multitudes que clamaban por justicia y equidad.
Advierte él que el proyecto de reforma de los servicios públicos de Petro desestimula la inversión privada en el sector, indispensable para expandirlo y prevenir un apagón. Es que su Ley 60 autorizó la privatización del suministro de agua y prácticamente eliminó el subsidio que desde hacía 70 años aportan los estratos altos a los más necesitados. En un país que se urbaniza -señala Tatiana Acevedo- a muchos hogares se les cortó el servicio.
Paradoja de cierre: a la elocuente justificación ideológica que da vigor a las reformas de Petro ha debido responder Gaviria con dosis no menos elocuentes de ideología neoliberal. Enhorabuena. Ideas diferenciadas, aún opuestas, son componente vital de un sistema de partidos que se repute democrático. Así en este caso se quiere arropar al liberalismo con pieles de oso sacadas de la caverna.
Coda: Reconforta la entereza de Juan David Correa al renunciar a su cargo en Planeta, en protesta por la censura que esa editorial impuso al libro de Laura Ardila, ‘La Costa Nostra’. Cientos de miles de lectores soñamos con conocer la obra.
cristinadelatorre.com.co
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