17 diciembre 2018. Por Augusto Castro Mejía MD. Hago unos apuntes refiriéndome al nuevo Premio Nobel de Fisiología o Medicina, por los descubrimientos de Honjo y Allison sobre la inmunoterapia del cáncer, por medio del método de la inhibición de la regulación inmune negativa, que aprovecha la capacidad del sistema inmune de atacar o contrarrestar las células cancerosas.
Aunque estas investigaciones son importantes para el reconocimiento del poder y desarrollo de la inmunoterapia contra los tumores, es un aporte más de lo que hace años viene diciendo y hacienda la medicina ayurvédica y otras medicinas orientales, basándose en el fundamento básico, de estimular la habilidad inherente y latente, del maravilloso sistema inmune humano, para prevenir, curar o restablecernos de enfermedades:
Las personas que manifiestan vivir una vida plena de significado –no de placer e indolencia– son también más sanas, no tienen un sistema inmune “egoísta-cruel” que se vuelva en su contra. Los hombres con gran sentido existencial no se desmoronan tan fácilmente, ante las abyectas condiciones que enfrentan.
Siempre se fortalece la deficiencia en el juego cósmico yin-yang. Y cómo se fortalecen las deficiencias, bueno con una comida sana, apropiada, que es un tema para profundizar y no de moda. Con un ejercicio apropiado, otro tema apasionante, ¿cuál es el mejor ejercicio, el yoga, caminar, el nadar, el que no nos quite energía? ¿Por qué un trabajo extenuante o sin sentido, nos perjudica? ¿El por qué? de la necesidad de un entorno armónico, de cooperación, amigable sin contaminación. La necesidad de sauna, de los masajes, como eliminadores de las toxinas y como energetizantes del cuerpo-mente, de los bellos paisajes que alimentan el espíritu, como de una buena lectura o una bella conversación o de unos bellos ojos que te hablan desde el corazón. Todo ello nos conduce a fortalecer nuestro sistema inmunológico, nuestras defensas, a superar o contrarrestar cualquier situación adversa o agresión (esto vale para cualquier enfermedad desde la pecueca hasta el cáncer).
Por eso a la mayoría de las personas enfermas hay que inyectarles entusiasmo, proporcionarles una salida creativa, ya que el hecho de no estar creando, de no estar cumpliendo con su propia obra magna, cualquiera que sea (que muchas veces es el servir a alguien más), les resta fuerza vital (fuerza vital que se alimenta de la generosidad con que se la retornemos al mundo). Motivémonos a encontrarle sentido, propósito y dirección a nuestras vidas, a sentirnos involucrados en algo más grande que nosotros mismos. Y la meditación nos ayuda a ello, nos permite descubrir nuestro propio genio, a entrar en nuestro mundo natural y encontrar nuestra estrella y espíritu. “Conocerse a sí mismo”, es conocer también nuestro destino, ese espíritu que nos guarda y asedia, como una estrella flotando sobre la tierra, conectada a nuestra pequeña “alma” individual. Negar el espíritu universal es separarnos de la fuente misma de la vida.
Nuestro organismo, como mecanismo perfecto, tiene la potencialidad de optimizar la fase de curación, si seguimos las instrucciones de nuestra psiquis, que permiten y exigen cambios de patrones, actividades y actitudes, por ejemplo, insinuándole a nuestro cuerpo soluciones: inflamación o desinflamación según el caso, para inducirlo a la curación. Esta programación biológica sofisticada con el que la naturaleza nos dotó, ha venido desarrollándose a lo largo de la evolución para facilitar al cuerpo adaptarse, salir de su funcionamiento ordinario y lidiar con las situaciones particulares de emergencia.
Todas las enfermedades tienen un significado biológico, de vida, muy especial. Convencidos de nuestra audacia y astucia de manipular a la Madre Naturaleza, llegamos a creer falsamente, que ella constantemente comete errores y causa desarreglos (crecimientos cancerosos, degenerativos, etc.). Mas si miramos la vida como una totalidad armónica entretejida, encontramos que la enfermedad se desencadena debida a unas causas que nos crean conflicto y que necesitamos resolver para curarnos, crecer, y desarrollar nuestra consciencia. Desde esta consciencia holística del universo, los seres humanos nacemos para aprender lecciones, liberar karma, resolver situaciones y crecer continuamente. Realmente hay pocas cosas que nos hagan comprender y cambiar más nuestra vida, como la “bendita” enfermedad.
Al no haber una receta infalible contra el cáncer u otras enfermedades, es esencial detener nuestra mirada en la relación enfermedad-conflicto (físico-mental) y en la posibilidad del organismo para procesar emociones, información o en desechar sustancias extrañas. En la línea de que si conocemos y resolvemos entre otros, la causa emocional, nutricional, ambiental; seremos capaces como personas de escoger medidas preventivas, auto sanarnos y auto regularnos. Este enfoque es más que un complemento a los tratamientos convencionales que únicamente tienen en consideración la causa física, mecánica de la enfermedad. Al entender y aceptar las Leyes Biológicas, perdemos el miedo y el pánico que frecuentemente vienen asociadas con el inicio de una enfermedad grave, lo que nos permitirá una actitud diferente, para poder tranquilamente ahondar en las causas y en su resolución terapéutica.
Nuestra mente constantemente crea contrarios, estamos aquí y queremos estar en otra parte o con otra persona o en otra situación, etc. Nuestra separación de la naturaleza, el vernos aparte y no parte de ella, esa ruptura con la totalidad, esa dualidad, esa barrera, es nuestra enfermedad.
Es la percepción dualista la que crea extremos. Salud y alegría dependen del equilibrio de los opuestos, de su reconocimiento y reconciliación. La lucha en pro o en contra es la peor enfermedad de la mente. Nuestros pensamientos al crear la dualidad hacen surgir los problemas, el sufrimiento.
El pensamiento es solo un pequeño aspecto de la consciencia. El pensamiento no puede existir sin la consciencia, pero la consciencia no necesita del pensamiento. La no-mente es consciencia sin pensamiento, donde no hay dualidad y donde es posible la curación, la liberación, la creatividad.
Nosotros nacemos y desaparecemos, el sufrimiento viene y va, igual que la felicidad; la aceptación de esta ley natural, es básica para hacer posible nuestra armonía e iniciar nuestra curación.
La emoción es la reacción del cuerpo a nuestra mente o un reflejo de la mente en nuestro cuerpo. Por ejemplo, el pensamiento de ser amenazados física o psicológicamente, hace que nuestro cuerpo se contraiga, es decir el aspecto físico del miedo. Las emociones fuertes producen grandes alteraciones en la energía del cuerpo y en cuanto más estemos identificados con el pensamiento, estaremos menos presentes, menos nos daremos cuenta de lo que se nos está desarrollando y será más fuerte la carga de la energía emocional y su impacto en nuestra salud.
El correcto uso del pensamiento es la expresión, pero el correcto uso de la emoción es la creatividad, que es el mayor poder que poseemos. Observar una emoción es básicamente lo mismo que observar un pensamiento, la única diferencia es que mientras el pensamiento está en nuestra mente, la emoción tiene un fuerte compromiso físico y por lo tanto lo sentimos primariamente en el cuerpo. Por lo que debemos concentrar nuestra atención en la energía interior de nuestro cuerpo, es decir sintamos el cuerpo desde dentro, sin analizar, simplemente observándolo. La emoción quiere controlarnos, quiere apoderarse de nosotros y generalmente lo logra, cuando tiene una carga energética excesiva, ya que inicialmente nos es difícil permanecer presentes durante un tiempo necesario para poder observarla.
La emoción tiene un lapso de vida muy corto. Sin embargo, si no estamos atentos, una emoción puede sobrevivir en nosotros, durante horas, días, semanas…, y unirse con otras emociones similares que se han almacenado, convirtiéndose en un “cuerpo de dolor”, virus o “extraño usurpador”, sobreviviendo dentro de nosotros por años, alimentándose de nuestra energía y enfermándonos. Así, que al sentir la emoción, pongamos todos nuestros sentidos en ella, ya que esta es la clave de la transformación.
El amor y la paz interior florecen cuando nos liberamos del dominio de la mente, ya que estamos esclavizados a su patrón de queja, censura, autocompasión, resentimiento, odio, culpa, celos; patrón de que se vale la mente para reforzarse, para permanecer en sus luchas y conflictos; lo cual nos produce sufrimiento emocional, debido a que la más leve irritación es una forma de sufrimiento. Abandonemos la queja y dejemos ir a la tristeza. Perdonemos. La mayor parte de nuestro sufrimiento es innecesario, es creado por nosotros mismos, por nuestra incapacidad de mantenernos presentes, en el ahora, permitiendo que cualquier dolor emocional que nos sobrevenga vaya dejando en nosotros residuo de sufrimiento y se vaya almacenando con los dolores del pasado en un programa de energía negativa, que para dominarnos y sobrevivir, nos induce a identificarnos con él; ya que el dolor sólo puede alimentarse del dolor, de cualquier cosa que produzca más dolor: rabia, destructividad, drama emocional, violencia y enfermedad. En esta forma nos vamos programando para edificar barreras, para conservar el dolor en nosotros mismos y en los demás. Nos volvemos víctimas o victimarios, lógicamente sin ser conscientes de ello, porque querer dolor, es demencial y nadie es demente, conscientemente.
Lo otro son pastillitas “milagrosas” de la industria farmacéutica, no siempre bien intencionadas. Ya que sus investigaciones se basan en la proteína llamada CTLA-4 y PD-1 que funcionan como un freno para el sistema inmune, bajo la premisa de que si se eliminan esas barreras podría lograrse que las defensas lleguen a los tumores. Y que podría llevar al desarrollo de Opdivo, una droga que intensifica el poder de defensa del sistema inmune en el cáncer. O sea que la detección de dos proteínas en el inmenso océano de moléculas y posibilidades, no da para especular tanto. Lo que si vale la pena destacar es que la terapia inhibidora en el punto de control amplía nuestra visión sobre esta enfermedad y se abre la aceptación a estudiar nuevas posibilidades terapéuticas que se venían obtusamente negando.
Que tanta falta le hace a la salud y desarrollo del bienestar de Colombia, que a los científicos, médicos nos apoye el gobierno y nuestras universidades en las investigaciones básicas médicas.