2 junio 2016. La Constitución Política del noventa y uno, elevó a rango constitucional la noción de planes de desarrollo, que ya estaban consagrados para las entidades territoriales desde la ley de reforma urbana en el ochenta y nueve. Su inclusión fue ratificada además con la noción del voto programático, para que aspirantes a alcaldías y gobernaciones presentaran sus planes de gobierno antes de ser elegidos, se aspiraba a que la gente eligiera no simplemente un gobernante sino una idea para gobernar materializada en un plan de desarrollo. Esta fue una de las expresiones del paso de la democracia representativa a la participación democrática, pero una triste realidad nos muestra que lo que menos cuenta es la participación de las gentes que conforman ese conglomerado social, al que denomina la Carta Fundamental el pueblo, en el cual reside la soberanía, según indica el precepto constitucional.
Una evidencia de ello son los planes de desarrollo, especialmente su trámite de aprobación en las asambleas departamentales o en los concejos municipales, lo cual finiquitó recientemente en dichas corporaciones públicas tal como lo establece la ley orgánica.
En Cali por ejemplo, quienes desde la sociedad civil acudieron a intervenir en los espacios abiertos para dicha participación, corroboraron que se trata de simples apariencias para dejar constancia de que hubo una amplia intervención de la ciudadanía, quienes desde su propia percepción y vivencias en el territorio de su barrio o de su comuna o desde el sector en el que se mueven, concibieron una idea o propuesta y la expusieron en las deliberaciones, en las que los concejales estaban pensando en cualquier otra cosa distinta a prestar atención a la voz de las comunidades.
En esta ocasión por lo menos, dicha desilusión de la realidad se ha manifestado a muchas voces en las redes sociales, el descontento se ha expresado y el malestar se siente. Se afirma en el mundillo de los rumores que la puja en los concejos gira alrededor de prebendas, una sofocante realidad que nos lleva a reiterar que la corrupción es un monstruo grande del que solo se ven las sombras para efectos judiciales.
No hay una controversia sobre las propuestas de los sujetos de las comunidades, eso no cuenta, lo valedero es la objeción de los concejales y su poder de voto que se alinea en un concierto que torna dichos planes en espectros de la politiquería, antes que propuestas para el desarrollo de las comunas y sus barrios.
Todo ello nos lleva a pensar que el cacareado proceso de participación democrática, es utilizado y manipulado por los actores del aparato político, quienes después de costosos procesos de elección, toman con los gobernantes, nacional y regionales, las decisiones por donde se lleva el rumbo del caos a las comunidades.
Pocas cosas estimulan la participación del pueblo en la dinámica de las decisiones gubernamentales, es indiscutible la profunda crisis de las expresiones partidistas, los que reclaman por promesas incumplidas como los campesinos son arrasados por fuerzas institucionales como el ESMAD, aunque después el mismo presidente reconozca que en efecto no se cumplieron los acuerdos con los cuales se levantaron otros justos paros y protestas sociales.
La lucha por el cambio debe continuar, en todas las esferas, desde iniciativas por movimientos alternativos que congreguen distintas expresiones que recojan las aspiraciones y necesidades del grueso del pueblo colombiano, así como al interior de los partidos y movimientos, para desenmascarar la realidad de su manipulación por sus dirigentes de turno que se perpetúan con falsos discursos, así como con sus representantes ante el congreso de la república, las asambleas departamentales y los concejos municipales. Tenemos que saber de una vez por todas que asistimos a una farsa contra la que debemos luchar, porque se planifica para mantener el estado de cosas, es decir la politiquería que alimenta y vive la corrupción. La soberanía reside en el pueblo, así lo soñó la Constituyente del noventa y uno, pero la verdad sea dicha, quienes tras bambalinas mandan son los politiqueros en detrimento del interés general. Que la inconformidad y la crisis que ocultan los grandes medios de comunicación, nos haga pensar y llenarnos de valor, para construir otro país posible y mejor.
Cali, dos de junio de dos mil dieciséis.