Publicado el 5 de Diciembre de 2015.
Consultados los anaqueles del pensamiento (que a muchos sirven solo para exhibir y descrestar apuntalando sus ostentosos títulos académicos), se constata que a los avances del discurso ambiental y a las exigencias de los grupos de opinión y masa crítica de presión, se debe en buena parte que la democracia haya dejado de ser solo representativa, abriéndose camino la participación democrática. Así lo consagró la Declaración de Estocolmo sobre el Entorno Humano en mil novecientos setenta y dos: “Será menester que ciudadanos y comunidades, empresas e instituciones, en todos los planos, acepten las responsabilidades que les incumben y que todos ellos participen equitativamente en la labor común. Hombres de toda condición y organizaciones de diferente índole plasmarán, con la aportación de sus propios valores y la suma de sus actividades, el medio ambiente del futuro”. Sin embargo, quienes fungen de aperturistas son en la práctica falsos demócratas y como en el cuento del Lobo Feroz, son capaces de engañar a Caperucita Roja y a su abuelita, pero no a los cazadores que luchamos contra la corrupción y la contaminación.
Estas disertaciones se originan en la gota que reboso el lamentable rol del Consejo Directivo de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, la decisión del delegado del Gobernador de nuestro departamento y Presidente de este órgano de dirección corporativo, de negar la participación de veedores ciudadanos como observadores en las sesiones del Consejo de la C.V.C. Alega el veterano burócrata en grado de ignorancia supina: “Las reuniones que lleva a cabo actualmente el Consejo Directivo de la CVC, en orden a la elección del nuevo Director General de la CVC, como ya se señaló anteriormente, corresponde a un asunto establecido en sus propios estatutos, y para el cual se estableció un procedimiento interno, en el cual, cabe advertir, tampoco está previsto la participación de las veedurías ciudadanas, pues la vigilancia de que dicho proceso se lleve a cabo conforme a la Ley y las normas vigentes, corresponde a los mismos miembros del Consejo Directivo”.
En términos de la sana lógica jurídica, es tan garrafal este error, que de contera sienta un lesivo precedente en contra de lo consagrado en la Declaración de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo en mil novecientos noventa y dos: “El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda”. Que quien en su larga carrera de oficinista fuera personero en derechos humanos y procurador regional ambiental además de profesor universitario, defienda a ultranza la democracia representativa resulta absolutamente decepcionante, al estimar que las sesiones del Consejo Directivo son asuntos privados que no tienen relevancia pública, desconociendo que es de especial importancia la elección del Director de la C.V.C., la sexagenaria autoridad ambiental del Valle del Cauca (una entidad que contrató el año pasado cien mil millones de pesos, cuentas que la Contraloría General cuestionó y no feneció señalando la irresponsabilidad de dichos consejeros y del otrora Director), quiere decir que continúa apegado a la Constitución de mil ochocientos ochenta y seis, que impuso el centralismo y el cogobierno con la iglesia católica, cuando los conservadores en contubernio con liberales “moderados” derrotaron al Liberalismo Radical que brilló por las mejores ejecutorias y logros de nuestra república, medio siglo después de la Patria Boba.
Conozco de primera mano el veneno que se destila en estos menesteres, pues hace una década en nombre de un pequeño grupo de organizaciones ambientalistas alternativas, tuve que enfrentar con estoicismo como solitario quijote a diez consejeros directivos que en nombre de prácticas clientelistas imponían su mayoría, era tal la impotencia que experimenté, que ver la bella película Cyrano de Bergerac afloró lágrimas, aunque el tango me advirtiera “Sufra canejo, sufra y no llore, que un hombre macho no debe llorar”.
No cabe la menor duda que el Presidente del Consejo Directivo ha evidenciado su alineación con el establecimiento, donde concurre el magnate de la industria azucarera como delegado del Presidente de la República, la atornillada delegada del Ministro de Ambiente, dos alcaldes y voceros de los gremios privados, y delegados de las organizaciones ambientales y de las comunidades negras que fueron reelegidos violando las más elementales normas electorales de las minorías.
En el correcto camino de revisar mis fundamentos jurídicos y políticos de estas líneas, acudí a la sabiduría de la Corte Constitucional, que en sentencia del ocho de abril de dos mil tres, justipreció sobre la ley estatutaria de los organismos de control social: “Al determinar el proyecto de ley que la veeduría ciudadana es un mecanismo mediante el cual se ejerce vigilancia sobre la “gestión pública”, podría entenderse que el legislador estatutario ha limitado el ejercicio del derecho de participación directa en la vigilancia de la gestión pública a esta única modalidad. La Corte considera inadmisible esta interpretación, pues la participación ciudadana es un fenómeno complejo y con distintas modalidades de desarrollo. En el artículo 103 de la Carta, precisamente, se han contemplado distintas opciones de la participación ciudadana, en desarrollo del derecho fundamental previsto en el artículo 40 de la Constitución. La prohibición de estatización implica que al Estado le está vedado delimitar en forma absoluta, los objetivos que se pueden perseguir mediante el control a la gestión pública”.
Ahora entiendo, porque el Presidente del Consejo Directivo se hizo el de la oreja mocha en el cuestionamiento a la construcción de embalses por parte de la C.V.C., con un empréstito condonable por un millón de dólares del BID que se suma a otros cuatro que coloca la Corporación, para los meros estudios de factibilidad, que fijarán cuánto dinero nos prestará el Banco Interamericano de Desarrollo, crédito que bastantes lágrimas de sangre nos costara a los vallecaucanos.
Lamentablemente debe concluirse, con amigos así para que enemigos. Como decía Thomas Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre”.
Cali, cinco de diciembre de dos mil quince.