25.8.24

¡Gestión ambiental y corrupción! - Disertaciones del Crepúsculo


Cali, 25 de agosto de 20924. Por Armando Palau Aldana. Sobre la gestión ambiental se ha ocupado la comunidad internacional a través de la Asamblea de Naciones Unidas, citemos dos referentes: primero la Cumbre sobre el Entorno Humano (1972) en Estocolmo y luego la Cumbre sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992) en Río de Janeiro. A esta última la inspiró el documento “Nuestro Futuro Común” (1987) de la Comisión Mundial Ambiental, mientras que la Comisión para América Latina y El Caribe emitió “Nuestra Propia Agenda” (1992) con el concurso de la comunidad académica y científica.

Nuestra Propia Agenda, palpitante y vigente documento afirma: “En cierta forma la crisis constituye una desautorización de lo que se ha estado haciendo en los últimos tiempos y la forma cómo se lo ha hecho. Ello nos impele a ser menos dependientes del pasado y más osados y creativos para hacer las cosas de manera diferente en el futuro y así prevenir los problemas que nos acosan u otros nuevos. Todo esto será posible si realizamos una evaluación objetiva de cuáles son los grandes problemas del desarrollo que afectan a la Región”.

Nuestro pasado independentista nos muestra 200 años de corrupta dirigencia contra la que se enfrentó sin éxito Bolívar, esa misma élite de tecnócratas generadora de la crisis que subsiste en tiempos en los que se anuncian cambios, que en lo ambiental no se ven. Truculentos indicadores del gobierno nacional sobre reducción de deforestación, cuando lo que requerimos es cifras de reforestación para reducir los 38 millones de pastizales para la ganadería ocupados de los 42 dedicados a la agricultura, donde solo 4 son para cultivos de pancoger.

Es decir, que en esta materia estamos involucionando, pues el mismo Bolívar se había percatado de la carencia de agua y de vegetales para la vida por la esterilidad del suelo, ordenando proteger las vertientes de los ríos, emprendiendo una plantación reglada a costa del Estado de 1 millón de árboles en la hermana república de Bolivia hace también 200 años. Hoy en Colombia la recuperación del 30 por ciento de ecosistemas degradados debe priorizarse en esos potreros de los terratenientes ganaderos para que la tierra de aquellos cumpla función ecológica.

Pero estos temas de reforestación son caldo de cultivo para la corrupción: el Director de la CVC anunció hace 1 año que sembraba el árbol 7 millones en Ulloa dentro del programa “Valle más Verde”, sin que haya evidencias de seguimiento cartográfico o satelital que permitan ver semejante cantidad de ejemplares arbóreos, en un departamento en donde se siembran, queman y cosechan con el monocultivo de la caña de azúcar por parte de 13 ingenios azucareros, 174 mil de las 240 mil del valle geográfico del río Cauca que comprende 400 mil hectáreas.

Si por los predios de la CVC llueve por la autoridad local de Cali no escampa, pues el Dagma se ha caracterizado en estos 30 años de funcionamiento, por ser la caja menor de los Concejales, quienes alcanzan a tener cuotas de hasta 600 contratistas externos, quienes con chalecos institucionales vienen cumpliendo función pública de control en las calles transgrediendo los preceptos constitucionales y legales, advirtiendo o imponiendo multas y medidas policivas provisionales en medio de un inaceptable entorno de soborno y corrupción.

Desde la sociedad civil asumimos esta denuncia pública por violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, definida jurisprudencialmente como la transgresión de bienes jurídicos como la buena fe, la ética, la honestidad, la satisfacción del interés general, configurándose la corrupción. Esto hace parte de la próxima COP DiverGente que exhibe su nuevo logotipo y vive su retroalimentación y empoderamiento, a la que siguen llegando nuevos legionarios como en todo proceso dinámico en la Darwiniana evolución de las especies.

Porque vamos como La bicicleta blanca (1970) el tango de Piazzolla y Ferrer que dice: “El flaco que tenía la bicicleta blanca; / silbando una polkita cruzaba la ciudad. / Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas / ¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal! / Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra. / Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan. / Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas, / y él mismo se animaba, gritando al pedalear. / "¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!... / ¡Meté, flaquito corazón! / Vos sabés que ganar / no está en llegar sino en seguir...".

Cali, 25 de agosto de 2024


COP16: ¿Protección de la diversidad cultural y biológica o profundización de la mercantilización de la Naturaleza?


23 de agosto de 2024. La abogada, catedrática e investigadora universitaria Catalina Toro Pérez, escribió para la revista 100 Días de CINEP Edición 111 mayo a agosto de 2024, este artículo que reproducimos con la autorización de la autora.

Orígenes de la Gran Negociación de la Biodiversidad

Durante la celebración de la Cumbre de la Tierra en Río 92, Colombia, (WRI, 2003) junto con los países con mayor Biodiversidad en el mundo, como México, Brasil, Ecuador, Costa de Marfil, Madagascar, India y China, fue reconocida como uno de los hot spots[1], más amenazados por la extinción de las especies, según informes de la época, que sustentaron los marcos de intervención en los países del sur, bajo el nuevo paradigma global de la conservación planetaria (Sisk et al., 1994, p. 602).

Según las estimaciones, para entonces, la Biodiversidad comprendía entre 10 y 15 millones de especies en el planeta, y el 80 % o 90 % de esas propiedades y potencialidades de plantas estaban en peligro de extinción, en regiones hot spots, como Mesoamérica y la Amazonía, así como en el Sudeste Asiático y en el África ecuatorial. Para evitarlo era necesario desarrollar un nuevo pacto global corporativo, que permitiera acceder a ellas, estudiarlas, sistematizarlas, explorarlas, extraerlas y apropiarlas, bajo el lema de la seguridad global planetaria: las tres cuartas partes de la población mundial necesitaban del conocimiento asociado y del uso de microorganismos, plantas, animales, en ecosistemas tropicales, para el desarrollo de la industria farmacéutica y agro-alimentaria de naciones como Estados Unidos, Alemania, Países Bajos, entre otros, cuyo acceso había sido restringido, bajo los paradigmas estatales de salvaguarda de la naturaleza, que se concretaron en las figuras de áreas protegidas, como parques nacionales naturales desde los años setenta (UNESCO, 1998)3. Solo la Amazonía (Brasil, Colombia, Bolivia, Ecuador, Surinam, Venezuela, Perú y Bolivia) representaba el 50 % del área de mayor Biodiversidad del planeta, “el pulmón del mundo”, conteniendo el 16 % del agua del mundo, con 7.8 millones de kilómetros cuadrados de bosques húmedos tropicales. Varias convenciones internacionales se firmaron o ratificaron en Río, para la protección de esta “herencia de la humanidad” en peligro: Biodiversidad, Humedales-Ramsar, Cambio Climático, Desertificación.

Con la preocupación de “salvar el planeta para las generaciones futuras” se gestó una nueva eco-gubernamentalidad a nombre del futuro de la salud y la alimentación planetaria. Desde los centros de poder y a través de grandes ONG ambientales, como el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) Conservación Internacional (CI), y The Nature Conservancy (TNC), todas con base en Washington D.C., con el apoyo de los jardines botánicos de Gran Bretaña y Estados Unidos (Kew Gardens y Missouri), entre otros, y con científicos de las universidades del primer mundo, se crea una nueva cruzada de expediciones botánicas para obtenciones vegetales, financiadas con generosos fondos provenientes de la industria del entretenimiento, y del sector privado e industrial, apenas comparable con aquella emprendidas por los imperios europeos en sus colonias durante el siglo XIX.

Ello supuso un cambio en las maneras de representar las políticas de conservación de la naturaleza: de un referencial de su preservación como servicio público gestionado por los Estados, se pasó a otro de mercado global de la naturaleza, asociado a un modelo transaccional de acceso comercial entre empresas extractivas, farmacéuticas y agroalimentarias, y comunidades locales, de recursos genéticos, plantas, animales y conocimientos tradicionales asociados, considerados vitales para la humanidad en sus diferentes manifestaciones y escalas. En un nuevo contexto de gobernabilidad planetaria, el proyecto civilizatorio para el mundo “salvaje” del trópico se construía a partir de una representación dual de convergencias entre tiempos (de pueblos ancestrales y generaciones futuras) y espacios (locales y globales), bajo criterios de transacción mercantil, según los cuales, los estados del sur debieran ajustarse, transformando sus roles y normas, pasando de ser “protectores” de los bienes comunes de la humanidad, a “mercaderes” de naturaleza y conocimientos. Los regímenes ambientales que se crean en esta época (1992) van a subordinarse gradualmente a regímenes comerciales, como la Organización Mundial del Comercio (1995), que desarrollarán una serie de normas en materia de Biodiversidad y propiedad intelectual, las cuales posteriormente serán reglamentadas en los tratados de libre comercio, que permitirán el cumplimiento de las mismas, para garantizar el libre acceso y la extracción de materia prima, como fue el caso del TLC entre Colombia y Estados Unidos (2006) y, posteriormente, con la Unión Europea en 2012.

Los referenciales de conservación para la seguridad global planetaria van a orientar nuevas formas retóricas de una supuesta defensa de conocimientos tradicionales y de la diversidad cultural, como fundamento de la restauración de una “tropicalidad mercantil” de la naturaleza, que lograra legitimar su libre acceso y comercialización bajo los nuevos contratos globales ambientales, y así, con los supuestos regímenes de distribución de beneficios, desarrollar nuevas formas de subordinación de los excluidos de la humanidad civilizada, al modelo de globalización capitalista de la naturaleza por parte de las potencias moderno-coloniales del siglo XXI. Ello supuso la reconstrucción, en los noventa, de los imaginarios de las “desinteresadas” expediciones botánicas imperiales del siglo XIX, con renovadas formas de selección y clasificación natural del mundo “salvaje” en el siglo XXI. Una nueva eco-gobernabilidad se configura a partir de Río, en la necesidad de insertar a los pueblos marginales que conviven con la Biodiversidad, en una economía global del comercio de naturalezas y culturas (Toro Pérez, 2006).

En un nuevo escenario de conquista civilizatoria y de economía de rapiña, emergen diversos actores, globales y locales, en la decisión de una política global. En los ámbitos asamblearios de las Conferencias de las Partes (COP) del Convenio de la Diversidad Biológica o Biodiversidad, los representantes de la industria agroalimentaria y farmacéutica, los bancos y empresas extractivas, así como las delegaciones de los países del norte y las grandes ONG ambientales globales, financiadas por la industria privada trasnacional, van a dominar el escenario de la negociación, abogando por sus agendas en torno a la defensa de la propiedad intelectual de sus empresas sobre la Biodiversidad de los países del sur. El ambientalismo global o la ecología de mercado, con sus satélites nacionales, van a desarrollar un poderoso lobby como mediadores entre Estados, empresas y comunidades locales, como agentes decodificadores y transmisores de lenguajes e imágenes del encuentro del pacto entre comunidades autóctonas y científicos, acordes con una visión del mundo de la Biodiversidad, construido por una comunidad seudocientífica planificadora del mundo, para aquellos que vivimos en el mundo “salvaje” de la Biodiversidad (Alcorn, 1991, p. 332).

Antecedentes de la Convención de la Biodiversidad y sus Conferencias de las Partes

Entre 1988 y 1994, Edward Wilson, el padre de la Biodiversidad, entomólogo y ganador del premio Pulitzer, en su obra Biodiversity (1988) impulsó, con el apoyo de centros de investigación y empresas privadas, una poderosa campaña para la conservación de la Biodiversidad del planeta, que se va a concretar en el diseño de una estrategia global para la preservación de “los recursos genéticos”, considerados productos naturales derivados de microorganismos, plantas y animales, a fin de ser aprovechados en alimentos y medicinas, en desarrollos biotecnológicos, y en producción de bienes con valor agregado. Ese mismo año, en Estados Unidos desarrollará un gran evento organizado por la Academia para el Desarrollo de la Ciencia, donde se propone llevar a cabo una serie de convenciones globales y tratados que aborden las grandes problemáticas planetarias (desarrollo sostenible, cambio climático, Biodiversidad, deforestación). Para tal fin se desarrolla un programa que se presentará en la Cumbre de la Tierra, para ser firmado por los presidentes de más de 196 países del mundo.

En 1991, se preparó un documento borrador sobre “los beneficios derivados del uso sostenible y la conservación de los organismos vivos que hacen parte de la riqueza natural de los países del sur, para que sean repartidos equitativamente”, el cual aparece en el texto inicial de la Convención de la Biodiversidad, que se conoció en mayo de 1992, un mes antes de la Reunión de Río, para ser firmado en la Conferencia sobre Desarrollo y Medio ambiente. Los principios y agendas de la Convención, que se discutían desde los años ochenta por Kenton Miller, Jeffrey Mc. Neely y Norman Myers en Estados Unidos, van a ser coordinados por la nueva World Resources Institute (WRI), cuyo director provenía de la antigua Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Se establece una alianza entre las nuevas y pujantes organizaciones WWF (Fondo Mundial de la Naturaleza, fundada por el príncipe Felipe de Edimburgo), el WRI, el Banco Mundial y las antiguas UICN, UNEP (Programa Ambiental de las Naciones Unidas), subordinadas y dependientes económicamente de Estados Unidos, encargadas de diseñar la Estrategia Global de la Biodiversidad, y la posible adopción de una Convención Global de Biodiversidad y del Panel Internacional Intergubernamental de Biodiversidad, que se convertiría en las Conferencias de las Partes (COP), que sesionarían, en principio, durante toda una década, permitiendo la participación de todos los países, los representantes de las comunidades locales y las organizaciones ambientales.

Cuatro acciones fueron pensadas en el marco de la Estrategia Global: (a) la adopción de una Convención, (b) la creación de un panel intergubernamental, que se convertirá en las COP (c) un sistema de monitoreo global que detectara peligros y movilizara la acción, y (d) la introducción de la conservación de la Biodiversidad en los planes nacionales.

El texto va a suscitar numerosas firmas en junio de 1992 y se implementarán en cada país, estrategias nacionales de Biodiversidad. Se reparten guías y leyes macro, y en 1994 se elabora, por parte de WWF, UNEP y UICN, el primer libro de datos sobre el estado de los recursos vivos, el cual se actualizó hasta 2008 (WRI, 2008)[2] y en informes de las oficinas WRI por países, entre ellos Colombia, México y Brasil (solo en América Latina), así como en sus oficinas en África, India, China e Indonesia, con más de 1800 empleados en todo el mundo[3].

Desde su origen, la iniciativa busca conciliar intereses de los países del norte, en especial de Estados Unidos, que nunca ratificará la Convención de la Biodiversidad (CDB), pero financia las COP, para asegurar el acceso a los recursos genéticos en los países del sur y proponer un régimen de distribución —supuestamente equitativa de beneficios— como resultado de ese acceso. Esta ha sido una iniciativa eminentemente comercial de los denominados bionegocios. Aquí no hay transferencia tecnológica de los países del norte a los del sur, ni reconocimiento de los derechos de pueblos, culturas y conocimientos. Tampoco se reconoce el reclamo de los países del sur sobre el acceso a su riqueza biológica, expropiada desde hace varios siglos, en bancos de germoplasma en los países del norte, ni los derivados de la industria farmacéutica y alimentaria, producto de los conocimientos de plantas medicinales de sus comunidades, que se han generado a partir de su expropiación, en la nueva era de la globalización de la naturaleza y de la moda naturista en el primer mundo. También son excluidos de la agenda de la futura convención y de sus discusiones en las conferencias de las partes, los diversos sistemas agroproductivos de los países del sur, la diversidad en semillas y conocimientos de las economías campesinas, y demás formas de producción heterogéneas. Asimismo, brillan por su ausencia el rol de los pueblos étnicos y locales y su voz en las negociaciones hechas a sus espaldas, respecto de su conocimiento ancestral, relacionado con el uso de plantas medicinales y la alimentación en las áreas boscosas, andinas, de páramo o de sabana, costeras y marinas.

El objetivo de los emprendedores y financiadores de la Convención de la Biodiversidad ha sido, desde hace 30 años y ahora con la COP16, asegurar su libre acceso a los recursos genéticos y biológicos (art. 15 del CDB) en sus diversos niveles, incluyendo esta vez las áreas marinas y la defensa de la propiedad intelectual (art. 21) que pueda reconocerse a través de patentes a la industria biotecnológica en ascenso, y a la industria farmacéutica y agroalimentaria de estos mismos países (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Suiza, entre otros).

La Biodiversidad en la Conferencia de Río y la gobernabilidad emergente de las grandes empresas extractivas y las ONG

La Conferencia para el Desarrollo y el Medio Ambiente, en Río 92, fue presidida por Maurice Strong, un empresario minero y petrolero canadiense, quien actuó como secretario general de las Naciones Unidas, participante de la conferencia de Estocolmo. A esta “Cumbre de la Tierra” acudieron más de 196 presidentes del mundo. Las ONG del sur organizaron un espacio alterno, sin gran oportunidad “de participar” en la puesta en escena de la Gran Negociación de la Biodiversidad. Sony Ramphal, el segundo secretario de la Commonwealth de origen guyanés, será el encargado por Strong de la elaboración de una demanda al planeta: “plea to global citizenship: Our Country the Planet” (Holdgate, 1999).

La Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) participaran en ambos foros, el de la sociedad civil y los gobiernos, así como en los foros de los gobiernos con las empresas trasnacionales. Se presentan siempre como una más de las ONG “alternativas”, representantes de los pueblos del sur, como si no fueran ellas las autoras intelectuales de las propuestas y defensora de los gobiernos del norte que las financian. Para lograr su relación con las ONG del sur y hacerlas parte de su misma familia, nombraron para entonces a una ecuatoriana como encargada de las relaciones entre las ONG del tercer mundo y secretaria de la UICN, quien una década después sería nombrada directora de la UICN. Ello significa darle voz al sur global en escenarios internacionales. Así se inaugura una nueva forma de mediación entre gobiernos, empresas trasnacionales, extractivas, farmacéuticas y agroalimentarias, y organizaciones sociales, a través del nombramiento de exfuncionarios de los países del sur en la UICN y el WWF para influir en la adopción e implementación en sus gobiernos, de la estrategia creada para ellos en el norte. Con el proyecto de “Implementación del Convenio sobre Diversidad Biológica” para Colombia, Brasil, Kenya, Zaire, Costa de Marfil e Indonesia (2005), el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) decidirá prestar atención a la importancia de colaborar con la industria, por lo que recibirá donaciones de dichas entidades para abrir sus sucursales en diferentes países biodiversos, creando, con el Banco Mundial, los fondos de financiación de los proyectos que ellos mismos gerencian. Muchos de los miembros de UICN fueron líderes de la industria y del ambientalismo (Holdgate, 88). Así, estas dos grandes ONG serán las encargadas de organizar el lobby para la firma del Convenio entre los países del norte y los países biodiversos, muchos de los cuales asociaron y repitieron el término relativo a la protección de las especies y bosques, pero nunca a la “biotecnología”. Esta ignorancia de “alto nivel” fue clave para la gran negociación global de la Biodiversidad, en donde la inclusión del principio de soberanía y de una posible distribución equitativa de recursos dejaría contentos y satisfechos a los países del sur, en un giro contractual de recursos genéticos y biológicos, así como de conocimientos tradicionales de comunidades étnicas y locales.

A partir de allí, los fondos de WWF se multiplican en más de 300 millones anuales; The National Wildlife Federation de los Estados Unidos crece con más de 5 millones de adherentes, y Greenpeace con más de 2 millones. El poder y la influencia de las grandes organizaciones no gubernamentales crece y se consolida por encima de los gobiernos, incluso imponiendo sus funcionarios ambientales en tales administraciones, y el sector de la Biodiversidad surge como uno de los más activos y mejor financiados post-Río.

En 1996, deciden que es importante fortalecer los lazos con los grupos de Estados, con el comercio y la industria, y se decide regionalizar la UICN y el WWF, de acuerdo con las eco-regiones estratégicas de América tropical. WWF nombra a una colombiana en Suiza para dirigir un nuevo proyecto: “la implementación del Convenio sobre Diversidad Biológica”, financiado por la Cooperación para el Desarrollo de Dinamarca (DANIDA), que buscaría implantar las políticas en los países biodiversos y hot spots, junto con las ONG y las comunidades en cinco países (Colombia y Brasil en América Latina, Zaire y Costa de Marfil en África, e Indonesia en Asia). La UICN va a realizar varias reuniones internacionales en Colombia sobre el Convenio de Biodiversidad, a través de sus redes de ONG locales, orientando casi 1,5 millones de dólares de su presupuesto para proyectos en América Latina, cuyas acciones y recursos son muy difíciles de seguir, por cuanto en su mayoría se trata de contratos realizados con ONG privadas, cuya naturaleza de organización no gubernamental no permite un control de sus recursos y de su impacto.

Para finalizar el año 92, se articula el Sistema de Información para la Conservación de la Biodiversidad que incluye la UICN y sus tres Comisiones, los jardines botánicos y las ONG americanas, tales como The Nature Conservancy (TNC), TRAFFIC International y Conservation International, integradas en el World Conservation Monitoring Center en Estados Unidos (Holdgate, 1999). El jardín botánico Botanical Gardens Kew de Inglaterra se constituye a partir de allí, junto con UICN y WWF, en uno de los mediadores más importantes para el establecimiento de las líneas y la preparación de los documentos de negociación en las COP, para la implementación de Políticas de acceso a los recursos genéticos y la “protección de la Biodiversidad en los países del sur”.

Las CDB, los TLC y los desafíos para la COP16 en Colombia

Durante más de 30 años, las COP de Biodiversidad han generado procesos de negociación que han fortalecido las agendas negociadas en Río. Una de las razones de la no ratificación del Convenio por Estados Unidos tiene relación con la defensa de la soberanía del patrimonio ecológico de algunos países del sur, como Ecuador. Y es por ello que la negociación sobre Biodiversidad, conocimiento tradicional y propiedad intelectual se concreta en el marco de los tratados regionales y bilaterales de libre comercio.

Durante la negociación del TLC entre Estados Unidos y los países andinos (Perú, Ecuador y Colombia), en la mesa de propiedad intelectual y Biodiversidad de 2005, el representante del equipo negociador estadounidense reiteró la posición del gobierno norteamericano: “Estados Unidos busca el patentamiento de plantas y animales, procedimientos diagnósticos, terapéuticos y quirúrgicos para tratamiento de humanos y animales, de los llamados segundos usos, la protección de los datos de prueba y el alargamiento del periodo de las patentes” (El Tiempo, 2004; Toro Pérez, 2007).

La misión comercial del comité de medios y arbitrios de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en su visita a estos mismos países, había concluido en su informe que el Congreso norteamericano no aprobaría ningún acuerdo menos restrictivo que el CAFTA (firmado por cinco países de Centroamérica y República Dominicana) en materia de Biodiversidad. El reporte señalaba, además, que el TLC debería tener un capítulo fuerte de propiedad intelectual, ya que los tres países andinos poseían “una gran parte de las especies en el mundo (Biodiversidad)” y rechazó “las protecciones que ellos buscan, ya que ello no sería coherente con el régimen de propiedad intelectual de Estados Unidos”. Y reiteró que el apoyo “solo se dará a aquellas naciones que estén listas y hayan hecho las concesiones necesarias” (Suárez, 2005).

Después de 16 meses de permanentes tensiones, los representantes colombianos en la mesa de negociación consideraron que el acuerdo que buscaba la delegación estadounidense era altamente inconveniente para el país. Sin embargo, el expresidente Uribe, en 2006, firmó el tratado de modo bilateral con Estados Unidos, desatendiendo las críticas, y este tratado fue, por mucho, más garantista con las empresas norteamericanas que el firmado entre Perú y Estados Unidos. Ecuador decidió retirarse de la negociación andina por no aceptar la flexibilización que pedían sus contrapartes en cuanto a la exigencia de la defensa de la propiedad intelectual de las grandes farmacéuticas y considerar que violaba la constitución ecuatoriana, en su deber de proteger la Biodiversidad como patrimonio nacional, sobre el cual el Estado ejerce derechos soberanos, así como la prohibición de su mercantilización y el conocimiento asociado de los pueblos ancestrales, reconociendo, además, a la Naturaleza como sujeto de derechos (art .5) (Acosta et al., 2022; (Toro Pérez, 2015).

La COP16 en Colombia: grandes desafíos y nuevas agendas de concesión de la Biodiversidad

En las diferentes COP, tras largas negociaciones, se ha desarrollado un supuesto régimen de repartición de beneficios en esta desigual negociación para el acceso a la naturaleza de los países del sur, mientras se continúa promoviendo el discurso de la urgente protección de la Biodiversidad planetaria que algunos países como Colombia ha entregado en los TLC a Estados Unidos y Europa. En la COP15, que tuvo lugar en Canadá, el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica asumió que, por fin, más de 30 años después de promulgado el CDB, se daba un giro a la Convención de la Biodiversidad. La verdad es que los textos continúan siendo ambiguos y se siguen evadiendo los motivos de su desaparición.

Ya se habían sufrido varias derrotas ante el incumplimiento de las metas de Biodiversidad de Aichi, planteadas para 2010, que debían asegurar la supervivencia de plantas, animales y ecosistemas hacia 2050 (Gudynas, 2023). En 2020, se realizaron evaluaciones sobre la pérdida de Biodiversidad y se llegó a la conclusión que, al igual que la Convención de Cambio Climático, las metas no se estaban cumpliendo (CDB, 2020).

A pesar de los discursos, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, denunció en ese año la contaminación con plásticos en los mares y la concentración de la riqueza en las manos de las multinacionales, declarando, con razón, que la humanidad se había convertido en “una orgía de destrucción masiva”. A pesar de los discursos grandilocuentes de la urgencia de proteger la Biodiversidad planetaria, en las COP se aprobó un nuevo documento redactado con antelación a cada COP, repitiendo viejas ideas con nuevas metas. Se propone aumentar la integridad y conectividad de los ecosistemas, incrementando su superficie antes de 2050. Se busca reducir a una décima parte la extinción de especies, y, a la vez, utilizar de modo “sostenible” los servicios ambientales de los ecosistemas. Esta noción de “utilización sostenible” se sigue abordando para sustentar su comercialización: “los beneficios monetarios y no monetarios de la utilización de los recursos genéticos y de los conocimientos tradicionales asociados conexos” se deben compartir de “forma justa y equitativa” con pueblos indígenas y comunidades locales, lo que se viene planteando desde la primera COP. Para ello, los medios financieros se garantizarán a través de los fondos (continúa el negocio con las grandes ONG que los administran y ejecutan) que supuestamente ayudarán a alcanzar las metas de su protección.

Se considera que las zonas bajo su planificación deben abordarse de manera participativa y se deben ahora extender sus metas de salvaguardia a las áreas marinas y terrestres protegidas y restauradas, en un 30 %, para 2030. Sin embargo, la destrucción y fragmentación de los ecosistemas no para, debido a los enclaves extractivos e industriales que estas mismas ONG defienden, lo que ha generado la pérdida de más de un 69 % de poblaciones silvestres, entre 1970 y 2018, en todo el mundo, y en América Latina, de un 98 %. (Almond et al., 2022). En Colombia, lugar de la celebración de la próxima COP, estas metas obligarían a decretar una moratoria de actividades agroindustriales, mineras y petroleras, y habría que recuperar ecosistemas degradados en la zona andina, en el Chocó biogeográfico, en el Caribe y en la Amazonía, donde se profundiza la minería ilegal. También habría que impedir la contaminación de suelos y aguas, y la utilización de muchos agroquímicos. Pero como las metas de las COP son voluntarias, los gobiernos como el nuestro terminan montando grandes discursos, sin que exista la voluntad política de cumplir las metas. Los países andinos no actúan juntos, ni el Grulac (Grupo de Latinoamérica y el Caribe) o Mercosur. La ministra Susana Muhammad, quien plantea repensar en el discurso el modelo extractivista, la sobreexplotación de la naturaleza y su contaminación, también apoya las falsas soluciones verdes que se ofrecen desde los discursos de la transición energética corporativa y la financiarización de la naturaleza con las grandes ONG y empresas extractivas. No ha decretado la moratoria de un solo proyecto agroindustrial, o de gran minería y petrolero en las áreas marinas y terrestres de Colombia. De hecho, nuestro país aumentó en un 36 % la exportación de carbón a Alemania, la región Caribe está plagada de bases mineras y petroleras. Con el Tratado vinculante de los países del Corredor Marino del Pacifico, así como con el plan de la Conservación de la Amazonía, se entregan los territorios al ámbito de la subordinación militar de estas áreas a los Estados Unidos y a la OTAN (Gonzales, 2024).

Finalmente, lo que se sigue negociando son los derechos de los pueblos. Sus derechos a decidir y a continuar existiendo se siguen menospreciando. Pero esos, los derechos territoriales de los pueblos, como lo vimos con el proyecto militar en la Isla de Gorgona, no son los objetivos fundamentales de esta COP ni de nuestro gobierno colombiano, supuestamente “ambientalista”.

¿Una “base militar” en la isla de Gorgona?, leer en: https://www.revistaciendiascinep.com/home/una-base-militar-en-la-isla-gorgona/

La disputa por la ayuda financiera para seguir desarrollando los cuestionados proyectos de soluciones por naturaleza, canje por deuda, proyectos REDD, bonos de carbono, bonos azules y más capitalismo verde, que despoja pueblos y territorios, para profundizar el modelo extractivista, es el objetivo de esta COP, que no estará y nunca lo ha estado, desde la Cumbre de Río, orientada al beneficio de los derechos de los pueblos ancestrales, sino a los negocios de las grandes ONG, los burócratas gubernamentales y las empresas extractivas.

¿Cuál paz con la naturaleza en un país que sigue, desde 2019, asesinando a sus líderes sociales y ambientales? (Dussan, 2024; Global Witness, 2023).




Disenso y ambientalismo - Disertaciones del Crepúsculo


Cali, 18 de agosto de 2024. Por Armando Palau Aldana. El vocablo latino dissensus denota discrepancia o desacuerdo con decisiones u opiniones, es una de las expresiones de la libertad, como uno de los aseguramientos a los integrantes del pueblo para el ejercicio de su soberanía, es además, una de los fines y deberes de protección del Estado y razón de ser de las autoridades para garantizar el derecho a la libre conciencia, expresión y pensamiento, aprendizaje, prensa, y política.

Se dice además que a través del disenso como instrumento de participación ciudadana, se posibilita la objeción de conciencia y la desobediencia civil en las democracias modernas, como resistencia a obedecer imperativos jurídicos en virtud de dictámenes propios de conciencia a los que se llega a través de la duda razonable, como herramienta para la búsqueda y acercamiento a la verdad.

El disenso como palpitante posibilidad de construcción y creación del pensamiento, deviene y se consolida en la liberación del oscurantismo que imperó durante cuatro Siglos del medioevo, en que la expansión del cristianismo se logró a partir de la promulgación e imposición de la sumisión a la ignorancia en el temor al creador, superada por la ilustración con escritores como Hobbes, Locke, Rousseau, Kant, Descartes y Hegel

Aunque el disenso hace parte de la esfera individual de los derechos personales, ha sido el sendero para arribar a la defensa de los derechos colectivos concebidos como intereses difusos en la década de los años 70 del pasado siglo XX, desde donde emerge un activismo ambientalista que propende por la defensa del equilibrio de la oferta del entorno y la protección de fauna y la flora como recursos naturales renovables.

En este periplo los ambientalistas buscamos que la población tome conciencia sobre la importancia de luchar por sus derechos ambientales, puestos en franco deterioro por el modelo consumista alimentado por el capitalismo salvaje y su obsolescencia programada, sin titubeos con convicción y con estoicismo, asumiendo el hirsuto costo personal de desechar la comodidad de aproximarse a la farisea institucionalidad.

Aterricemos en el caso colombiano, donde la institucionalidad ha permanecido desde los tiempos de las luchas independentistas durante dos siglos, como una constante lucha de Bolívar, quien tuvo secretos y socarrones adversarios como Santander, quien en su tardío matrimonio rindió homenaje a la religión católica y a la moral pública, no obstante su férrea lucha por la separación de la iglesia y el Estado.

La institucionalidad ambiental, emerge desde los tiempos de creación del Instituto de los Recursos Naturales paralelo al de la Reforma Agraria en los principios de los 60, aupadas con la reforma constitucional del enano Lleras (1968) conviviendo con la falacia que pregonó el lema “la tierra para quien la trabaja” mientras adjudicaban baldíos a los ganaderos que lograron la potrerizaron con el desplazamiento campesino de miles de tierras.

Desde aquellos tiempos, una elite tecnócrata se mueve entre un discurso de cuestionamiento y la consultoría al alto gobierno, dificultando la ruptura del establishment, ese soterrado grupo de poder establecido que subsiste en la institucionalidad ambiental colombiana y que logra beber de las mieles del poder, cuestionando a quienes tenemos el coraje de desenmascarar y enfrentar a toda esa caterva de calandracos infames.

Consientes que el disenso es creador e implica convicción, dedicación, disciplina y lucha permanente e indeclinable, seguiremos avante por el sendero sorteando las encrucijadas que depara Eleguá, porque insistimos que: “Uno, busca lleno de esperanzas / el camino que los sueños / prometieron a sus ansias... / Sabe que la lucha es cruel / y es mucha, pero lucha y se desangra / por la fe que lo empecina...” (Discépolo y Mores, 1943).



17.8.24

Semblanza de Mario Mejía Gutiérrez


Buga, 13 de agosto de 2024. Por Darío González Posso. En el Encuentro Nacional de beneficiarios del río Cauca. Hoy recordamos a Mario Mejía Gutiérrez, destacado cofundador del movimiento por las “agriculturas alternativas” en Colombia, fallecido el 14 de agosto de 2019. Junto a él, recordamos también a dos amigos muy queridos: Gonzalo Palomino y Javier Múnera, artífices de este movimiento. Cuyos legados, pensamiento y obra, están presentes.

Problemas ineludibles

Continúan en nuestro país problemas y debates ineludibles, que ocuparon su atención. Entre estos asuntos está la oposición entre dos vías básicas, para enfrentar el propósito nacional de soberanía alimentaria. En Colombia hay quienes defienden, sobre cualquier otra opción, la empresa agroindustrial, para “modernizar” -dicen, la agricultura. Ésta es la propuesta dominante desde hace décadas, inspirada en la engañosamente llamada “Revolución Verde” en la agricultura; caracterizada por utilizar cantidades industriales de agrotóxicos químicos y máquinas movidas con energía fósil; con monocultivos en general sobre grandes extensiones.

Los defensores de tal “Revolución verde” plantean el mito de que esta es “la solución” contra el hambre y el desempleo. Desde otros puntos de vista –entre éstos las plataformas de las organizaciones sociales-, se enuncia como opción preferencial en la agricultura la Vía campesina y de los Pueblos étnicos; vía que destaca la vigencia de una reforma agraria democrática, que supere la estructura de predominio de la gran propiedad territorial, fortalecida históricamente mediante el despojo y el desplazamiento forzado de la población rural. A esta vía democrática se ha opuesto y se opone el gran capital con todos sus poderes, incluido en ocasiones el paramilitarismo. 

 ¿Tienen, entonces, futuro las economías campesinas y de los Pueblos étnicos? La pregunta quizás es inversa: ¿Tiene futuro la soberanía alimentaria del país sin estas economías, que aún garantizan el 70% de los suministros alimentarios? El movimiento por las agriculturas alternativas se entrelaza con la defensa de la Vía campesina y de los pueblos étnicos. Mario Mejía, impulsor destacado del movimiento por las agriculturas alternativas, también luchó contra la mercantilización de la naturaleza y de la riqueza biológica; y contra su entrega a los poderosos del mundo, que se apropian de ella para incrementar su poder político y económico. Sin duda, hoy Mario estaría con nosotros en la "Cumbre ambientalista, ciudadana y autónoma, divergente de la COP16", para denunciar la utilización abusiva del lema "Paz con la Naturaleza"; cuando estas Conferencias de las Partes del Convenio sobre Diversidad Bilógica, o COPs, como la que se realiza en Cali en octubre del presente año, solo han servido para la comercialización de la naturaleza, por parte de la industria agroalimentaria y farmacéutica de los grandes monopolios transnacionales, y no para la protección de la diversidad biológica y cultural de nuestros pueblos.

“Lo primordial son los valores” 

La lucha por un mundo mejor, con respeto por la dignidad humana y por la naturaleza -me dijo un día Mario en su casa-, “la hemos perdido hasta ahora en esencia en el terreno del espíritu”, pero también “es allí donde la podemos y debemos ganar”: en el espíritu, que se debe traducir en acción, individual y colectiva, por “otro mundo posible”. Sin esta acción, el pensamiento es vano; como es inútil la “ecología” sin la espiritualidad. La utopía de “otro mundo posible” articula la acción y el pensamiento. 

Explicaba Mario que en la agricultura lo primordial son los valores, antes que una supuesta “transferencia de tecnología”. Esta es una de sus ideas esenciales: no es posible transformar linealmente relaciones y sistemas de producción inadecuados al bienestar social y al entorno natural, sin una gran transformación cultural, intelectual y espiritual. E insistía: “una sociedad ausente de solidaridad, que no respeta la vida humana, es incapaz de realizar un pacto de paz con la naturaleza”. Pero también sostenía -con Fukuoka, agricultor y filósofo, cuyos textos fueron parte de sus lecturas predilectas-, que cuando un ser humano se aleja de la naturaleza no puede sentir su corazón. Y proclamaba Mario la necesidad de “volver al campo”. Retorno entendido, en esencia, como la unión del ser humano con la naturaleza, con el Universo. Esto significa rechazar una concepción que infunde en los seres humanos una actitud soberbia, de “reyes de la Creación”, cuya misión es acrecentar “su poder” sobre la naturaleza y dominarla, en lugar de convivir con ella. Es indispensable aprender de la naturaleza y acercarnos a ella con humildad, como indica Fukuoka. Lo cual conduce, por ejemplo, a reconocer el peligro de la manipulación genética de las semillas, de la clonación de seres vivos, e incluso algún día de humanos. Y en especial implica saber, de acuerdo con Fukuoka, “el riesgo de un poder inmenso en manos de seres humanos con escasa capacidad moral para comprenderlo y aplicarlo en correspondencia con la armonía del Universo”. 

Muchos de estos riesgos –decía Mario-, se derivan de “alianzas de las élites del capital y la ciencia”, que subordinan los desarrollos tecnológicos a las ambiciones de riqueza económica y de poder. Esto también se expresa en la agricultura, donde se aplica ahora, entre muchas otras, por ejemplo, la caracterizada como “Tecnología Terminator”, una de las tecnologías genéticas más peligrosas: su propósito deliberado es obtener plantas que producirán semillas que sólo servirán una vez. Es decir, semillas “suicidas”; que, además, son protegidas mediante “patentes” como “propiedad” de sus creadores. Con el fin de controlar las semillas y el mercado mundial de alimentos, en detrimento de las economías familiares que tradicionalmente han utilizado sus propias semillas, los intereses económicos de poderosas multinacionales no se detienen ante el riesgo de la contaminación genética de muchas especies, generando otra amenaza contra la continuidad de la vida en el planeta.

En defensa de la “vía campesina y de los pueblos étnicos” 

Por esto, indicaba Mario, la construcción de la paz y el bienestar social demandan, como una de las condiciones indispensables, el fortalecimiento de la vía campesina, constituida por las agriculturas familiares de campesinos, indígenas y afrodescendientes. Agriculturas y economías campesinas, con capacidad probada, reiteraba él, para suministrar los alimentos básicos a toda la población. Con potencialidad para el desarrollo posible de agriculturas alternativas, que sean amables con la naturaleza: agriculturas manuales que enseñen a cuidar las aguas; con semillas ancestrales y autonomía en alimentos e insumos; con una perspectiva comunitaria, orientada a la seguridad y soberanía alimentarias, desde los ámbitos locales y regionales. Que pueden y deben ser mejoradas, para el disfrute de una vida digna. 

Pero ¿agriculturas alternativas a qué? 

Respondía Mario: a la agricultura química, o de la denominada “Revolución Verde”, un “Modo de uso de la tierra, propio de las sociedades industriales que, por lo tanto, busca la máxima tasa de ganancia”. Para ello se vale de subsidios políticos y técnicos, máquinas de energía fósil, agroquímicos y semillas seleccionas genéticamente hacia la uniformidad y la máxima productividad… “La agricultura de la llamada Revolución Verde es la agricultura de los biocidas: insecticidas, fungicidas, herbicidas, fertilizantes, agroquímicos letales, cuyo origen histórico está directamente relacionado con industrias de guerra”; alianzas de las élites del capital y la ciencia, reiteraba Mario. A lo cual debemos agregar, pienso yo (con base en Rosa Luxemburgo), que estas y otras industrias de guerra son inmanentes a los procesos de acumulación y reproducción del gran capital; el militarismo y el complejo industrial militar -dijo Rosa-, ejercen en la historia del capital una función determinada y acompañan los pasos de la acumulación en todas sus fases. 

En sus escritos Mario Mejía recuerda que la mecanización adquiere su forma moderna a partir de la Primera Guerra Mundial; que además estimula la industria de los explosivos, de donde se derivan algunos fertilizantes nitrogenados; y los gases de guerra, origen de los insecticidas clorados: “El DDT (dicloro difenil tricloroetano), de la Farben, se utiliza en la Segunda Guerra Mundial como piojicida y antipalúdico de ambos bandos. El “ciclón B” es usado para la matanza de “razas (consideras) inferiores”, de este se derivan los insecticidas fosforados de posguerra. Los herbicidas hormonales, desarrollados a partir de 1942 por el departamento de Guerra Química y Bacteriológica de USA bajo la dirección del doctor Merck (conocida marca registrada), fueron sustancias masivamente lanzadas contra Vietnam” … En general –decía Mario-, “los sistemas agrícolas de Revolución Verde presentan un consecuente paisaje de ecocidio. Basta observar el arrasamiento de la naturaleza en las zonas agrícolas colombianas de corte empresarial: Urabá huele a veneno y sangre, la zona cafetera perdió sus bosques y sus aguas; las zonas algodoneras y arroceras son viveros de niños deformes y calvarios de obreros envenenados. Y en las universidades se enseña como verdad única esta agricultura de la matanza”. ¿Y qué podemos decir del Valle del Cauca, con una gran agroindustria azucarera que contamina la tierra, el aire y el agua con agrotóxicos letales y la quema de los cañaduzales, que desvía las agua en su beneficio?

¿Una cuestión apenas “tecnológica”? 

Señalaba Mario que otra preocupación de las agriculturas alternativas es abolir la ganadería vacuna de grandes extensiones, que deforesta para generar praderas uniformes. Indicaba también que la vía campesina, vía democrática, es lo opuesto a la brutal concentración de la tierra, que ha significado el desplazamiento de poblaciones campesinas y étnicas en Colombia; con implacable violencia consustancial al modelo vigente de acumulación de grandes capitales y propiedades territoriales, para el llamado “desarrollo” agrario. Planteaba que la confrontación entre la autoproclamada “Revolución Verde” y las agriculturas alternativas, solo de manera secundaria es una cuestión tecnológica. No se trata -decía-, de la sustitución de técnicas de agricultura química por agriculturas alternativas, sino de decidir sobre “proyectos de vida personal y construcción social”. Los idearios de las escuelas alternativas –insistía-, trascienden el campo de la agricultura; se ocupan de asuntos espirituales, políticos, religiosos, educativos, artísticos, sociales, filosóficos… Realizó Mario el análisis extenso de algunas de tales escuelas, alrededor de 30, y experimentó con varias de ellas. Asumió diversas teorías. Afirmó que la llamada “agroecología”, aunque es la propuesta más extendida, es apenas una de tantas agriculturas alternativas. Concluyó sus trabajos mediante la introducción en la agricultura de conceptos de la moderna física cuántica, y afirmó que “el siglo XXI podría ser el de la agricultura con base en energías sutiles al alcance de todos, objetivo libertario frente a la hegemonía de los insumos industriales”. 

Defensor de la autonomía y la solidaridad, cifraba su confianza esencialmente en los pueblos y en la iniciativa desde la sociedad. No creía, por lo tanto, en emancipación que no sea autoemancipación. En consecuencia, consideraba que las agriculturas alternativas sólo son posibles como iniciativa autónoma y libre de la gente. Decía Mario: “Las agriculturas alternativas no se decretan como política pública; tienen que surgir de la conciencia civil, de la capacidad humana para transformar su espiritualidad, su sentido de la belleza”.


11.8.24

Biodiversidad y Numerología - Disertaciones del Crepúsculo

Cali, 11 de agosto de 2024. Por Armando Palau Aldana. En 1997 con recursos del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente de Cali, se publicó una cartilla denominada “Cali: la ciudad de los 7 ríos”, alterando la realidad y enlistando únicamente al Aguacatal, Cali, Cañaveralejo, Cauca, Lili, Meléndez y Pance, con base en un estudio de caracterización de una firma consultora, dejando por fuera por lo menos, a los ríos Jamundí, Felidia y Pichindé, sin ton ni razón.

Es probable que la numerología como práctica ancestral que relaciona los números con cualidades espirituales, a la que muchos acuden buscando significados ocultos de la vida y el universo, haya influido para resaltar el 7 como número al que se le adjudican significados místicos, reduciendo los ríos de la sucursal del cielo. Ciertamente la numerología fue utilizada por los primeros matemáticos, sin que por ello sea más que una pseudociencia.

El ministro de la propaganda Nazi, Joseph Goebbels, estableció los Principios de Simplificación y Orquestación, sugiriendo una única idea o símbolo combinado con la incansable reiteración de falsas ideas sin fisuras ni dudas, para tratar de convertir una mentira en verdad, es decir, mentir afirmando que Cali es la ciudad de los 7 ríos, conlleva una peligrosa táctica fascista como constante de la propaganda ambiental estatal.

Varias piezas publicitarias de la COP16 están repitiendo esta falacia, en la que unos pocos héroes ambientales conjugados con otros recién inventados hacen semejante afirmación, lo que demuestra que se publica un traslapado estado del arte o inventario de elementos vitales de la biodiversidad caleña como sus fuentes superficiales de agua. Si en esto tan sencillo mienten imaginen en el resto de elementos de diversidad biológica.

La federación ambientalista Amigos de la Tierra (2022) ha documentado como la biodiversidad está en crisis, afirmando que más de un millón de especies se encuentran en peligro de extinción, lo que supone el mayor nivel de riesgo para el sistema planetario. Pero sectores farmacéuticos y de biotecnología tratan de moldear políticas que les garanticen acceso irrestricto a recursos genéticos y al mercadeo de productos transgénicos.

Demuestran como grandes sistemas financiero, manufacturero y extractivista de recursos naturales, congregados en el Foro Económico Mundial y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, acuden a la compensación, la autocertificación y la autorregulación como medidas alternativas que proyectan la impresión de ser acciones equitativas, garantizando la permanencia de sus negocios y ganancias.

Este galimatías o lenguaje confuso, se evidencia en el acceso a la información en la página cop16colombia sobre la zona azul de negociación, no obstante ser el castellano el idioma oficial de Colombia (Constitución, artículo 10), la aparente versión en español está en inglés no en un diagrama traducible sino en una imagen y con siglas, para que no haya acceso a esta información donde se negocia nuestra biodiversidad en lengua anglosajón.

Muy seguramente en medio de tanto espectro confidencial, que conjuga el esoterismo que congrega corrientes de pensamiento marginal con componente de ocultismo o sociedades secretas, en el que han quedado atrapados falsos actores ambientales por el despeñadero de la ingenuidad que busca afanosamente moneditas, con un tinglado pre COP16, como el de la Jornada mundial de 13 días de oración por el cuidado de la creación.

Por ello nos hemos propuesto la COP Divergente como epicentro del análisis y la crítica, durante tres días de conversatorios versus 12 días de negocios del Establishment, con un temario que se viene construyendo de consenso como parte de la defensa de la biodiversidad y de la exclusiva soberanía popular, para acercar expresiones que hoy luchan por resolver problemáticas ambientales hacia una agenda alternativa que supere el capitalismo del desastre de los seres humanos y de la naturaleza.

Ese tinglado de la COP16 se parece al tango Camouflage (1960) de Francini y García: “En el corso de la vida todo el año es carnaval. / Con careta de angelito disfrazado va el chacal, / el perdido de decente, el viejo de joven va, / el farrista de hombre serio y el manguero de pashá. / El palmao las va de atleta con hombreras de algodón, / la viejita de pebeta con vestido bien cortón. / Y así va la caravana dedicándose a fingir / porque sabe que sin grupo no es posible ya vivir”.

La COP-16 y el pacífico biogeográfico


Cali, 5 de agosto de 2024. Por Alberto Ramos. La biodiversidad se refiere a las diferentes especies que habitan en el planeta tierra: Animales, plantas (terrestres y acuáticas), fauna y flora en general, los microorganismos, y los ecosistemas donde habitan. La biodiversidad es la riqueza biológica de la esfera terrestre. Hay que valorarla y considerarla desde la biogenética (diversidad de genes y sus fenotipos), y desde los ecosistemas que contienen la biodiversidad para evaluar las relaciones de los seres vivos y su entorno. Cuando se destruye la biodiversidad se afecta la alimentación, falta el agua y decrecen las materias primas. Tenemos que entender el papel que cada especie desempeña dentro del ecosistema donde habitan. En cada país, región o zonas continentales, habitan o existen diferentes tipos de animales y plantas. La biodiversidad bien conservada ayuda a la regulación del clima. Los seres humanos no hacemos parte de la biodiversidad, pero no podemos vivir sin ella. Esa es la relación inescindible. La biodiversidad en funcionamiento permite la preservación de la existencia de los seres humanos.

Los daños a la biodiversidad se causan por el exceso de la pesca y la contaminación de ríos/mares, la caza, el tráfico de fauna y flora, y la tala comercial intensiva.  La degradación de los bosques, tala masiva y pérdida de la cobertura vegetal; por la ganadería extendida y los monocultivos. Por ejemplo, en el Valle del Cauca antes del monocultivo de la caña de azúcar se desarrollaba mejor en el valle geográfico el ciclo hidrológico del agua que fue cortado entre las dos cordilleras, la occidental y la central, hoy con el colchón verde de caña desde el pie de monte de cada cordillera desapareció la arborización (solo hay arboles como linderos entre predios), talaron el bosque seco tropical, espantaron la avifauna, deterioraron los suelos y desviaron con trinchos las aguas para el riego agrícola de ellos.

Y en las cordilleras con sus veredas y corregimientos, el bosque nativo disminuyó como consecuencia de las viviendas dispersas que talan áreas aledañas para su economía familiar con huertos y actividades porcícolas o avícolas, en una especie de urbanización de lo rural, y extienden tuberías y mangueras para dotarse de agua. Esa clase de rancherías distantes pero multiplicadas también afectan la biodiversidad sino se planifica la utilización de los recursos naturales en cada entorno.  Igual sucede en los terrenos del parque natural Los Farallones quedando Cali expuesta al agotamiento del agua.

Otro factor demoledor son las actividades extractivistas, como la explotación del oro destilando mercurio, y extractivismo con otros minerales; la contaminación atmosférica, la sobreexplotación de los recursos naturales y la expansión urbana. La biodiversidad se está destruyendo por la pérdida del hábitat, la demolición de los espacios naturales, la introducción de especies foráneas, la sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación de las aguas y los suelos, además el cambio climático con : El derretimiento de los cascos polares, las heladas, los incendios y las plagas invasoras. Visto desde otra óptica, un buen funcionamiento de los ecosistemas nos puede garantizar, suelos fértiles, protección contra los recursos naturales, y la provisión de alimentos.

De cara a la COP 16 hay que sopesar los compromisos adquiridos por Colombia en la COP 15 de Montreal/ 2022,para ver que está pendiente hasta el 2030 año límite para realizar los 23 objetivos de la COP15. En esta COP 16 o cumbre/encuentro de las partes, es decir de los países que integran la ONU y aceptaron este tipo de pactos mundiales que llevan a tratados internacionales, hay que preparar la lista de compromisos a realizar al finalizar el encuentro de Cali, porque se trata de salvar y mantener la biodiversidad que nos queda en el Valle y en el Pacífico biogeográfico. Pero la COP-16 conlleva a considerar la biodiversidad de toda Colombia, por lo tanto, es una actividad de los gobiernos locales y departamentales para apuntalar al gobierno nacional, Y los otros delegados expondrán las falencias y acciones a desarrollar en sus países, la COP- 16 es una cumbre mundial. La COP-16 reúne a todos los países para pensar cómo no degradar más el mundo y es el complemento de las otras reuniones mundiales llamadas COPs sobre el calentamiento global que atañen a la contaminación con gases efecto invernadero, es decir el uso del petróleo, el carbón y el gas que se buscan sean reemplazados por energías alternativas no contaminantes: eólica, solar, nuclear/civil, biocombustibles, hidrógeno verde, etc.

El mismo ser humano por la avidez que desata el sistema capitalista y las prácticas neoliberales, de sacarle provecho al máximo a los recursos naturales, los han destruido de manera no sostenible, agotándolos, y dejando expósita a la población, lo grave es la afectación de la atmósfera , los suelos y las aguas, por eso las dos COPs se complementan, o sea el compromiso de todos los países convocados por la ONU, esas reuniones se vuelven tratados y estos se convierten leyes para implementar los acuerdos; pero el derecho internacional no funciona, no existe un Tribunal Internacional Ambiental. Y mientras los tribunales mundiales que existen (el Tribunal de Justica de la Haya, y la Corte Penal Internacional (CPI), no resuelvan el problema de las guerras de hoy que afectan la economía y el sistema internacional de los Derechos Humanos, todo el orden mundial cojea.

No se puede mirar el impulso empresarial que brindará la COP-16 con la competencia desbordada entre industrias y empresas, sin calcular la sostenibilidad de los recursos naturales. La articulación del tejido empresarial también requiere de una planeación que respete el mandato constitucional consignado en el artículo 80, que deviene de la cumbre de Rio de Janeiro (Brasil 1992) y sus principios declarativos, entre ellos solo destaco los siguientes.

Principios de la Declaración de Río sobre Medioambiente y Desarrollo. Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. Los Estados tienen el derecho soberano de aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas ambientales y de desarrollo, y la responsabilidad de velar por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control no causen daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los límites de la jurisdicción nacional. Se deberá dar especial prioridad a la situación y las necesidades especiales de los países en desarrollo, en particular los países menos adelantados y los más vulnerables desde el punto de vista ambiental. Los Estados deberán desarrollar un sistema económico internacional favorable y abierto que llevara al crecimiento económico y al desarrollo sostenible de todos los países; así como de una legislación nacional relativa a la responsabilidad y la indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales. Deberá emprenderse una evaluación del impacto ambiental, en calidad de instrumento nacional, respecto de cualquier actividad propuesta que probablemente haya de producir un impacto negativo considerable en el medio ambiente y que esté sujeta a la decisión de una autoridad nacional competente.

Las apuestas productivas regionales que afloren de cara a la COP-16; el impulso de la competitividad; los nuevos negocios verdes que se propongan; la economía circular que se amplie; el aprovechamiento de la abundante biodiversidad de la que aún disponemos pese al nivel de degradación alcanzado; el aumento de las finanzas  de ingresos que el empresariado pueda lograr de cara a las exportaciones; el aprovechamiento de nuestra ubicación geográfica conectada al Pacífico desde el Chocó biogeográfico, contando la zona del Darién hasta el sur de Nariño;  la esplendorosa mega-diversidad por el conjunto de ecosistemas que nos rodean, nada de ello puede validar o permitir que vayan en contravía de los principios que guiaron la declaración de Río de Janeiro, luego traducidos y trasladados a  la Ley 99 de 1993, que contempla nuestro Sistema Nacional Ambiental.

Colombia está considerada entre los 6 países más megadiversos del mundo, al lado de Brasil, México, Ecuador, Venezuela y Perú. Los países megadiversos poseen gran cantidad de especies vegetales, de animales, ubicación geográfica en zonas tropicales, inmensidad de bosques y múltiples ecosistemas. Colombia está rodeado de dos grandes complejos selváticos (sin contar los bosques nativos, cordilleranos tropicales, de niebla, …), esos dos complejos selváticos son el Chocó biogeográfico y el amazónico. El Chocó biogeográfico comprende 4 países (Panamá, Colombia occidental, Ecuador y Perú), esa conexión selvática abarca 187.000 kilómetros. La selva amazónica se compone de 8 países (Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Guyana y Surinam), la selva amazónica de 7 millones de kilómetros, por la devastación solo le quedan 5,5 millones. Estos países mencionados alrededor de los dos complejos selváticos (pulmón del mundo), son del Sur-Global, que, según el nuevo lenguaje, reemplazó la despectiva denominación de países subdesarrollados. Y han sido sumideros de carbono que impiden la mayor contaminación de la atmósfera, pero no aguantaran más, si el Norte-Global no para la descarga de dióxido de carbono Co2 , con gases de efecto invernadero por la emisión de combustibles fósiles que ocasionan todos los desastres.

El Valle del Cauca está compuesto de un territorio selvático, otro montañoso y otro totalmente plano tiene 2.073.832 hectáreas. De las 330 mil hectáreas del plan o valle geográfico, fue derruido todo el bosque seco tropical para extender el monocultivo de la caña, solo quedan 2.700 hectáreas de ese bosque y 2.600 de humedales. El Valle del Cauca como Departamento tiene 21.195 kilómetros cuadrados de extensión, igual a un país como El Salvador, en Centroamérica que tiene 21.040 kilómetros cuadrados, y limita con Honduras, Guatemala y Nicaragua. Por eso algunos hablan del país vallecaucano, otros desde el federalismo hablan del Valle como región autosuficiente. El Chocó olvidado, descuidado, excluido (como lo fue Panamá en el siglo XIX), ha sido sometido a la degradación por multinacionales extractoras de madera y los comerciantes del oro, destruyendo su esplendor geográfico. Con tanta devastación la biodiversidad ha sido disminuida. Esa es una tarea de la COP-16, valorar lo que queda e iniciar una tarea nacional y multinacional de recuperación. La CVC ante los compromisos de la COP-15 de Montreal, como el 30 por 30, ha avanzado en la adopción de áreas protegidas, pero se quedó rezagada en la recuperación de zonas degradadas.

Pedro Luís Barco, destacado economista vallecaucano y Gustavo Moreno Angulo, magister en ingeniería ambiental, han escrito un libro titulado, La COP-16 de Cali : una pugna entre biodiversidad y neocolonialismo, allí exponen sobre el Chocó biográfico que , “ La ciencia, que es perseverante y dormita poco, no tiene conocimiento de la existencia de otra selva, dentro de la galaxia, que contenga más biodiversidad que la selva Tropical Húmeda del Chocó Biogeográfico. Esta es una región singular y privilegiada donde árboles y lluvia danzan un ballet intemporal que arranca en las playas del océano Pacífico (y de algunas del océano Atlántico) o en el borde de sus acantilados, y culmina a los 4.000 o 5.000 metros sobre el nivel del mar, en las cumbres andinas. Algunos estudiosos afirman que se le llamó Selva Tropical Húmeda del Chocó Biogeográfico, por la profusa e infinita explosión de vida y por el oro que esconde su vientre, el cual, desde el siglo XVI, despertó la vorágine de la codicia (…) La mayoría de esos territorios corresponden a selva tropical húmeda y a pantanos y zonas anegadizas. Es una región desprotegida que le ha tocado de cerca la guerra, por su ubicación geoestratégica de talla mundial, dada su cercanía a ambos océanos. Es por ello, muy apetecida tanto por comerciantes o promotores de megaproyectos, como por traficantes ilegales, por multinacionales extractivas, y por grupos delincuenciales y guerrillas. Se trata de la zona conocida como “la mejor esquina de América” del famoso plan Visión Antioquia que se elaboró en 1998 y que planteaba un polo de desarrollo para la segunda década del presente siglo. En el departamento de El Chocó, la selva arranca en el sitio donde por poco se besan los dos océanos: el Pacífico y el Atlántico. Se le conoce como el Tapón del Darién, porque determinantes sociales, ambientales y de ingeniería, han impedido unir la carretera Panamericana, desde Tierra del Fuego en Argentina, hasta Alaska en estados Unidos”. (Barco y Moreno, 2024).

Tomado de Revista Sur

Legionarios del Agua - Disertaciones del Crepúsculo


Cali, 4 de agosto de 2024. Por Armando Palau Aldana. Hace casi 3 décadas (1995) el Vicepresidente del Banco Mundial afirmó “Si las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las guerras del próximo siglo serán por el agua”. El año pasado las Naciones Unidas advirtieron que 2 mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a agua potable, es decir, la cuarta parte de la población mundial; mientras que en Colombia, el 11% de los hogares no tiene acceso al servicio de acueducto.

Por el fenómeno del Niño, durante el primer trimestre de 2024 se presentó desabastecimiento de agua en 277 municipios colombianos (Mongabay), para esa misma época informó la Contraloría General de la República que un poco más del 25% de la población carece de acceso adecuado al agua potable en uno de los países con mayor riqueza hídrica. Esta crisis es una muestra de que las cosas se han estado haciendo incorrectamente.

Sin embargo, con esa capacidad de mutación amebiana que tiene la dirigencia politiquera de nuestra matria, ahora hablan a boca llena de la gestión del agua. La semana pasada el Presidente del Concejo de Cali organizó un foro por el líquido vital, todo un espectáculo donde debutaron especuladores gubernamentales y empresariales con la fluidez de la demagogia y las mentiras, para promover otra corrupta obra gris.

Neruda escribió “la selva es una sola raíz bajo la tierra” y casi todas las cosas tienen un hilo conductor. Cuanto tiempo llevan especulando los gobiernos nacional y regional sobre la crisis de los ríos Cauca y Magdalena. En el evento del Concejo que no fue foro sino panel, se dijo una falacia “la macrocuenca Cauca Magdalena”. ¿Acaso el Cauca que no drena al mar Caribe, no tributa en la Cuenca Magdalena en el Brazo de Loba?

En junio de 2019 el Tribunal Superior de Medellín, sentenció tutela de segunda instancia, promovida por uno de los hijos de la Negra Piedad Córdoba contra la Presidencia, Ministerio de Ambiente, Autoridad de Licencias Ambientales, varias gobernaciones y municipios, CARs, e Hidro Ituango. Por esas calendas desde la Fundación Biodiversidad hicimos lo mismo ante el conservador Tribunal de Antioquia. El Tribunal de Medellín reconoció al río Cauca como sujeto de derecho a su conservación.

Esta providencia reconoció a las generaciones futuras como sujetos de derecho amparándoles la dignidad, el agua, la seguridad alimentaria y un ambiente sano. Ordenó la conformación de una Comisión de Guardianes del río Cauca, integrada por voceros de las comunidades asistentes a la audiencia de vigilancia preventiva de Hidro Ituango (febrero 2019), realizada en la Universidad de Antioquia, y vocero del gobierno nacional.

Se determinó formar equipo asesor con el Instituto Humboldt, la Autoridad Nacional de Acuicultura y Corantioquia, cualquier entidad pública o privada, Universidades, Centros Académicos de investigación en recursos naturales, y organizaciones ambientales, comunitarias y de la sociedad civil que deseen vincularse al proyecto de protección. En febrero pasado Comunidades paisas exigieron cumplir los derechos del río Cauca.

El venidero 13 de agosto, en el Instituto Mayor Campesino se realizará el Encuentro Nacional de Beneficiarios del Río Cauca y su Cuenca, el que inexplicablemente será instalado por la cuestionada Gobernadora del Valle del Cauca, la alcaldesa de Buga, y la Secretaria Técnica del Colectivo Río Cauca (veterana burócrata gubernamental ambiental y esposa del Director de la CVC), un aparato creado para usurpar la vocería de la cuenca alta.

Nuestro río Cauca recorre 183 municipios de Cauca, Valle del Cauca, Risaralda, Caldas, Antioquia, Sucre y Bolívar, siendo el segundo río tutelar de Colombia, contaminado por la industria establecida en el Norte del Cauca y los cañaduzales del valle geográfico que ocupan 280 de sus 400 mil hectáreas y drenan agroquímicos y glifosato desde los 13 ingenios azucareros de Asocaña, que al quemarlos esterilizan sus suelos.

Una legión de ambientalistas conformada con Antonio González y Luis Carlos Marmolejo recorrimos este fin de semana las tierras de Andalucía y Buga, para reunirnos con campesinos y pescadores artesanales de la Laguna de Sonso, asumiendo el deber de acompañarlos y empoderarlos en la indeclinable tarea de proteger a nuestro río tutelar, reivindicando el precoz Humedal La Negra Orejona drenado por Carmelita y Pichichi.

Desde nuestra legión vamos cantando Mano a Mano al río Cauca, el tango de Gardel y Razzano (1923): “Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido / en mi pobre vida paria sólo una buena mujer. / Tu presencia de bacana puso calor en mi nido, / fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido / como no quisiste a nadie, como no podrás querer. / Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo / y no tengas esperanzas en tu pobre corazón, / si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, / acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo / pa'ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión".

Cali, 4 de agosto de 2024.

La agenda ambiental quedó en veremos


11 de agosto de 2024. Por Michelle A. Urrea Vivas. La protección del medioambiente ha sido una de las principales banderas de Petro. Esta visión busca establecer al país como un referente en sostenibilidad mediante la adopción de procesos productivos circulares, un manejo estratégico de residuos para su valorización energética, una oferta diversificada de fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, y la reducción y reutilización de aguas residuales para la agricultura, con el fin de reducir la dependencia de fuentes de agua convencionales. Además, el gobierno se ha comprometido a frenar la deforestación.

Su discurso se acompaña de muchos desaciertos, entre los cuales se destacan la corrupción, la falta de asesoría técnica y el mero desconocimiento de la ejecución de proyectos de gran envergadura. Sus discursos pueden ser elocuentes, pero distan mucho de la realidad que hoy atraviesa Colombia.

A dos años de la administración Petro, se evalúan los avances en materia ambiental y el cumplimiento de los cuatro ejes clave del Plan Nacional de Desarrollo (PND).

Ordenamiento territorial alrededor del agua 

Para que Colombia se convierta en un país desarrollado y competitivo debe enfocarse en el uso eficiente de sus recursos hídricos. La necesidad de generar un crecimiento sostenible e integrador requiere una política que respalde el fomento de nuevas estrategias adaptativas para hacer uso de un recurso renovable limitado. Sin embargo, la realidad hasta el momento es crítica. 

Desde su primera contienda electoral para la presidencia en el 2010, Gustavo Petro afirmó que una “Revolución del Agua” sería necesaria para cambiar el modo de vida de muchos pueblos marginados que no contaban con servicio de acueducto y alcantarillado.

Aunque los discursos del gobierno parecieran apuntar en la dirección correcta, la gestión del control y la mitigación de problemas ambientales ha sido inadecuada, como lo muestran las recientes emergencias climáticas. Un ejemplo claro es la falta de medidas estratégicas frente al fenómeno de El Niño, cuyo pronóstico fue alertado por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. Los impactos del fenómeno fueron tan severos que provocaron la pérdida de áreas forestales cruciales en varios departamentos del país, incluyendo Antioquia, Santander, Valle del Cauca, Cundinamarca y Boyacá.

Ahora bien, los episodios de sequía han agravado el riesgo para el suministro de agua potable y la generación de energía. La Guajira y Quibdó han sido especialmente afectados por el fenómeno de El Niño. En Quibdó, la falta de suministro de agua continua es alarmante, y cuatro proyectos de acueducto que se habían declarado oficialmente finalizados no están operando debido a fallas estructurales y técnicas. En la Guajira, se ha convocado un concurso público internacional para desarrollar un proyecto que mejore el suministro de agua potable para un millón de personas en el departamento. Sin embargo, estos proyectos a largo plazo no resuelven de inmediato la crisis, dejando a las zonas rurales sin acceso suficiente a agua potable.

Además de construir nuevas redes de suministro, es esencial llevar a cabo proyectos nacionales que optimicen el sistema hídrico mediante la recirculación de aguas depuradas y regeneradas. Esto implica la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales para prevenir la contaminación de fuentes de agua superficiales y subterráneas. Asimismo, estos proyectos pueden ofrecer caudales ecológicos o volúmenes ambientales valiosos para los sectores agrícola e industrial.

Naturaleza viva, territorios vitales

El verdadero patrimonio colombiano es su diversidad natural, por ello que los procesos de restauración, protección y preservación son tan valorados. Hay que destacar que el avance en la ampliación de áreas protegidas es fundamental, y tuvo un aumento del 24.09% de zonas priorizadas para protección y restauración. Además, la deforestación se redujo en un 36% en 2023, una de las disminuciones más significativas en los últimos 23 años.

Ahora bien, en el primer trimestre de 2024 se estimó una pérdida significativa de 109.000 hectáreas de selva amazónica. Esta situación se ha visto agravada por la falta de contención del fenómeno de El Niño y la presencia de grupos guerrilleros, como el Estado Mayor Central y disidentes de las Farc, que utilizan estas tierras para cultivos ilícitos. Es crucial mantener un análisis y control crítico del Plan Nacional de Contención de Deforestación y del programa “Conservar Paga”. A pesar de que 2.000 familias están involucradas en el proyecto, persisten dinámicas que fomentan la deforestación, impulsadas por motivos económicos, políticos y delictivos. 

Por otro lado, el fomento de una ganadería sostenible es una de las metas clave de la Reforma Agraria. Su objetivo principal es liberar tierras de uso ineficiente en ganadería o tierras no utilizadas para destinarlas a la agricultura y transitar hacia prácticas ganaderas sostenibles. En este sentido, el gobierno ha entregado cerca de 150.000 hectáreas en diversos municipios, para que las familias beneficiadas puedan iniciar actividades productivas que integren sostenibilidad ganadera y agrícola con nuevas formas de bioenergía a partir de residuos sólidos.

Sin embargo, el compromiso del presidente Petro con la creación de un Gran Pacto Nacional para la defensa ambiental ha sido superficial. No se ha condenado adecuadamente a los grupos al margen de la ley responsables de delitos ambientales, y lo más preocupante es que aquellos que se atreven a denunciar estos crímenes enfrentan una grave amenaza a sus vidas. En 2023, se reportaron 28 líderes indígenas asesinados, y el número de víctimas podría aumentar si el gobierno no prioriza la protección de los líderes ambientales.

Hacia una sociedad movida por sol, viento y agua 

Uno de los objetivos principales es transitar hacia una matriz energética renovable, en línea con la hoja de ruta global para alcanzar Cero Emisiones para 2060. Sin embargo, se pasa por alto que los metales necesarios para las tecnologías de energía limpia, como la solar y eólica, podrían agotarse para ese año. No se puede hablar de energías limpias cuando la extracción de materias primas fundamentales para estas tecnologías ha provocado un aumento en la contaminación de agua, suelo y ha afectado la salud.

Hasta el momento, el gobierno parece desconocer que las tecnologías de generación energética renovable, como los paneles solares y las turbinas eólicas, presentan desafíos significativos en términos de confiabilidad y sostenibilidad. Estos incluyen la variabilidad del suministro debido a las condiciones climáticas, altos costos de infraestructura y mantenimiento, la necesidad de grandes extensiones de tierra y la falta de soluciones eficaces para el reciclaje al final de su vida útil. Esto no quiere decir que se deban abandonar las energías renovables, sino que se debe considerar la inclusión de otras fuentes de generación energética más eficientes, como las plantas de hidrógeno verde o las plantas nucleares.

Actualmente, la capacidad total de generación de energía solar en el país alcanza solo el 8%, mientras que otras fuentes renovables como la energía eólica, el biogás y el bagazo representan apenas el 2.7%. Aunque estas fuentes contribuyen de manera significativa, la generación térmica a carbón sigue siendo crucial, con una participación del 41%, mientras que la energía hidroeléctrica aún domina con un 70% del suministro. Estos datos sugieren que una transición completa hacia una “revolución energética” basada en energías renovables tomará mucho más tiempo y no necesariamente llevará a tarifas más bajas. Tal vez Petro debería examinar la experiencia de países que han basado su sistema energético en energías renovables, como Alemania o Nueva Zelanda. Además, el presidente no puede seguir enfrentándose a las empresas productoras y suministradoras de energía sin una base técnica sólida para sus argumentos.

Uno de los principales errores de este gobierno ha sido no contratar nuevas exploraciones de petróleo, gas y carbón. Esta decisión impacta negativamente en el desarrollo productivo del país, compromete la seguridad energética y genera incertidumbre entre los inversionistas. Colombia no puede depender exclusivamente de las energías renovables ni arriesgarse a importar recursos de países con inestabilidad política, económica y social.

Hacia una sociedad con basura cero 

Todos los países enfrentan un grave desafío en la generación y gestión de grandes volúmenes de residuos. En Colombia, uno de los objetivos más ambiciosos ha sido estructurar un sistema estratégico para la gestión de residuos sólidos urbanos. Tradicionalmente, la economía colombiana ha seguido un modelo lineal donde se extraen recursos para fabricar bienes que eventualmente se convierten en residuos desechados. Históricamente, estos residuos se han dispuesto en vertederos a cielo abierto.

El Plan de Desarrollo del gobierno prometió implementar el programa “Basura Cero”, que busca aprovechar todos los residuos sólidos a través del reciclaje y la valorización energética. Sin embargo, hasta ahora no se ha propuesto una alternativa para eliminar los vertederos a cielo abierto, y no se han tomado medidas para solucionar los problemas de la primera planta de valorización energética en San Andrés Islas. El cierre gradual de los vertederos a cielo abierto es crucial, ya que los residuos orgánicos depositados generan lixiviados que contaminan suelos y aguas subterráneas.

Además, no se ha desarrollado un plan para la remediación de suelos contaminados por residuos sólidos, ni se han realizado campañas educativas para que los ciudadanos comprendan el funcionamiento de los sistemas de separación de basuras urbanas.

El gobierno ha dado un primer paso positivo al reducir el uso de plásticos de un solo uso, facilitando así el establecimiento de una economía circular basada en la reutilización. Sin embargo, gestionar el plástico requiere un enfoque sistémico integral, y la Ley 2232/2022 es solo un primer paso para tratar este residuo, especialmente considerando la profunda costumbre de su uso. También sería beneficioso que el gobierno estableciera una base de datos coherente sobre los flujos de residuos y las tasas de reciclaje.

En conclusión, a pesar de los dos años transcurridos desde el inicio del mandato, el llamado “avance histórico” se reduce a promesas incumplidas y realidades desalentadoras.

Publicado en Red Verde. Tomado de La Silla Vacía