Cali, 25 de agosto de 20924. Por Armando Palau Aldana. Sobre la gestión ambiental se ha ocupado la comunidad internacional a través de la Asamblea de Naciones Unidas, citemos dos referentes: primero la Cumbre sobre el Entorno Humano (1972) en Estocolmo y luego la Cumbre sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992) en Río de Janeiro. A esta última la inspiró el documento “Nuestro Futuro Común” (1987) de la Comisión Mundial Ambiental, mientras que la Comisión para América Latina y El Caribe emitió “Nuestra Propia Agenda” (1992) con el concurso de la comunidad académica y científica.
Nuestra Propia Agenda, palpitante y vigente documento afirma: “En cierta forma la crisis constituye una desautorización de lo que se ha estado haciendo en los últimos tiempos y la forma cómo se lo ha hecho. Ello nos impele a ser menos dependientes del pasado y más osados y creativos para hacer las cosas de manera diferente en el futuro y así prevenir los problemas que nos acosan u otros nuevos. Todo esto será posible si realizamos una evaluación objetiva de cuáles son los grandes problemas del desarrollo que afectan a la Región”.
Nuestro pasado independentista nos muestra 200 años de corrupta dirigencia contra la que se enfrentó sin éxito Bolívar, esa misma élite de tecnócratas generadora de la crisis que subsiste en tiempos en los que se anuncian cambios, que en lo ambiental no se ven. Truculentos indicadores del gobierno nacional sobre reducción de deforestación, cuando lo que requerimos es cifras de reforestación para reducir los 38 millones de pastizales para la ganadería ocupados de los 42 dedicados a la agricultura, donde solo 4 son para cultivos de pancoger.
Es decir, que en esta materia estamos involucionando, pues el mismo Bolívar se había percatado de la carencia de agua y de vegetales para la vida por la esterilidad del suelo, ordenando proteger las vertientes de los ríos, emprendiendo una plantación reglada a costa del Estado de 1 millón de árboles en la hermana república de Bolivia hace también 200 años. Hoy en Colombia la recuperación del 30 por ciento de ecosistemas degradados debe priorizarse en esos potreros de los terratenientes ganaderos para que la tierra de aquellos cumpla función ecológica.
Pero estos temas de reforestación son caldo de cultivo para la corrupción: el Director de la CVC anunció hace 1 año que sembraba el árbol 7 millones en Ulloa dentro del programa “Valle más Verde”, sin que haya evidencias de seguimiento cartográfico o satelital que permitan ver semejante cantidad de ejemplares arbóreos, en un departamento en donde se siembran, queman y cosechan con el monocultivo de la caña de azúcar por parte de 13 ingenios azucareros, 174 mil de las 240 mil del valle geográfico del río Cauca que comprende 400 mil hectáreas.
Si por los predios de la CVC llueve por la autoridad local de Cali no escampa, pues el Dagma se ha caracterizado en estos 30 años de funcionamiento, por ser la caja menor de los Concejales, quienes alcanzan a tener cuotas de hasta 600 contratistas externos, quienes con chalecos institucionales vienen cumpliendo función pública de control en las calles transgrediendo los preceptos constitucionales y legales, advirtiendo o imponiendo multas y medidas policivas provisionales en medio de un inaceptable entorno de soborno y corrupción.
Desde la sociedad civil asumimos esta denuncia pública por violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, definida jurisprudencialmente como la transgresión de bienes jurídicos como la buena fe, la ética, la honestidad, la satisfacción del interés general, configurándose la corrupción. Esto hace parte de la próxima COP DiverGente que exhibe su nuevo logotipo y vive su retroalimentación y empoderamiento, a la que siguen llegando nuevos legionarios como en todo proceso dinámico en la Darwiniana evolución de las especies.
Porque vamos como La bicicleta blanca (1970) el tango de Piazzolla y Ferrer que dice: “El flaco que tenía la bicicleta blanca; / silbando una polkita cruzaba la ciudad. / Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas / ¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal! / Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra. / Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan. / Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas, / y él mismo se animaba, gritando al pedalear. / "¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!... / ¡Meté, flaquito corazón! / Vos sabés que ganar / no está en llegar sino en seguir...".
Cali, 25 de agosto de 2024
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