Armando Palau Aldana. 24 mayo 2016. Es indiscutible que el largo acumulado de tantas inequidades que agobian a nuestra patria, se retroalimenta constantemente con el indebido manejo del Estado en sus distintas expresiones, ocasionando desigualdad y lesionando el alcance y goce de los derechos fundamentales y colectivos, perturbando a la mayoría de comunidades y sujetos que las conforman, lesionando el interés general. Este contexto ha sido caldo de cultivo para la permanencia del conflicto social y armado. Un tortuoso camino que debe finiquitarse, para emprender el sendero hacia la paz, no solamente para el cese de la guerra entre la guerrilla y el ejército colombiano como guardián de los derroteros impuestos por el gobierno nacional, así como las expresiones colaterales como el narcotráfico y el paramilitarismo, como también para alcanzar un desarrollo con justicia social que irradie y llegue al pueblo permitiendo su progreso en todos los aspectos de la vida.
Aunque buena parte del país nacional no crea en ello, en este propósito el papel de los partidos y movimientos políticos es determinante, por supuesto, que la no disposición para ello, es decir, no los meros anuncios y discursos, sino la falta de ejecutorias legales y evidencias para el manejo de la cosa pública, desprestigiada por los escándalos de una corrupción que nadie niega pero que no arroja el punto central de la responsabilidad, dan al traste con las expectativas de esa búsqueda por la paz, desesperanza que se escucha como vox populi por los andenes, parques y conglomerados públicos, en los taxis y en los sistemas masivos de transporte. Sin embargo es necesario seguir luchando por alcanzar la paz.
Una evidencia de enorme impacto negativo, ha sido el irregular manejo dado por sus directivas al Partido Liberal en los últimos años. De haber pasado por un ejercicio de deliberación y construcción colectiva para la confección de una vibrante plataforma ideológica y unos estatutos incluyentes, avalados por la militancia en una consulta abierta hace quince años, se regresó hace un lustro al centralismo y la exclusión violando las reglas del juego, para desconocer los logros de sectores sociales, a los que se les reconoció del derecho de participar en forma equitativa con los sectores políticos, lo que a la postre se logró y se puso en evidencia en el histórico fallo del Consejo de Estado que condenó por violación de la Moralidad Administrativa a la dirección liberal y al Consejo Nacional Electoral.
En esa histórica sentencia, el Consejo de Estado, puso de presente que en el decurso de la política colombiana es a través de los partidos y movimientos como se accede a los cargos de manejo y dirección del establecimiento estatal, incluso cuando se conforman movimientos cívicos o ciudadanos, la presencia de políticos de profesión es una inocultable constancia en esas pasajeras coyunturas.
Que un partido como el liberal, que pregone en la plataforma ideológica la búsqueda de la prosperidad general y la prevalencia del interés general, haga por intermedio de sus voceros y directivos exactamente lo contrario, es un pésimo mensaje para la búsqueda de la paz, porque evidencia una doble moral, la misma que se expuso expresando la oposición a la venta de ISAGEN como patrimonio estratégico nacional, pero negándose a la aplicación de la censura al ministro de hacienda que lideró ese detrimento al erario.
Esa es la triste realidad que muestra el desmoronamiento de los partidos, por lo menos de la colectividad roja, contexto contra el que seguimos luchando quienes comprendimos el mensaje de cambio y transformación social que nos dio Gaitán, como un sueño que fue violentamente truncado por los fríos ajedrecistas del poder disfrazados con tufillo populista, que siguen con el maniqueísmo para truncar esa expectativa de vida a la que tenemos derecho a seguir luchando para alcanzarlo o por lo menos para dejar el testimonio de lo que hicimos en forma indeclinable, porque pensamos que es indispensable cambiar esos aparatos electorales para buscar un posible mejor país.
Cali, veinticuatro de mayo de dos mil dieciséis.
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