4 de mayo de 2022. Por Carlos Arturo Arias Castañeda.Uno de los niveles en los que se manifiesta el bienestar social de una población es la educación, esta entendida como el medio preponderante que posibilita la movilidad y la prosperidad económica para todos, sin embargo, en nuestro país pese a los esfuerzos ingentes de las políticas públicas del Ministerio de Educación Nacional por garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, propósito expresado en el objetivo de desarrollo sostenible (ODS) número cuatro que adoptó Colombia en 2015 como parte de una agenda universal para el 2030, la reducción del rezago cognitivo en las dos últimas décadas ha sido incipiente. Al parecer se apuesta por incentivar la permanencia de los estudiantes en las escuelas, pero poco se hace por provocar en ellos un interés genuino por desarrollar sus competencias cognitivas-emocionales y como consecuencia la desmotivación por aprender persiste. La escuela en sectores vulnerables cada vez más, se convierte en un escenario poco atractivo para los niños, niñas y adolescentes que no encuentran conexión entre lo que se les intenta enseñar y su vida cotidiana, muchos sienten que sus problemas siguen estando allí cuando termina la jornada.
De acuerdo al informe del Departamento Nacional de Planeación (DNP) de cómo va Colombia en los ODS presentado en 2022 se ha avanzado en tareas como aumentar la cobertura de la educación pública en Educación Inicial (incrementó a 2.000.000 de niños y niñas), la jornada única (1.800.000 estudiantes), en educación superior (se espera llegar al 60%), en programas de excelencia como generación E (alrededor de 50.000 jóvenes beneficiados), en Programas de Alimentación (7 millones de NNA beneficiados) y rutas escolares. A pesar de lo significativo que son estos avances, cerrar la brecha en materia de educación en este país no pasa solo por presentar programas para mitigar la inequidad escolar entre regiones urbanas y rurales o socioeconómicas dentro de cada territorio, sino por mejorar la calidad de la educación para todos. No se trata solo de aumentar cobertura, sino de lograr que los chicos permanezcan en las aulas, que puedan trasformar su realidad, la de sus familias y la de sus comunidades. Que puedan alcanzar su prosperidad económica y llevar bienestar social a sus lugares de origen.
Es deber del Gobierno Nacional y sus políticas estatales lograr que la expectativa de vida escolar de los estudiantes con las peores condiciones de pobreza deje de ser solo seis años, en comparación con la cifra de 12 años de los más ricos, y que solo el 9% de los más pobres que se gradúan como bachilleres se matriculen en educación superior, en comparación con el 53% de los pertenecientes a las familias más acaudaladas (OCDE, 2016), pero es deber de la escuela y de los maestros propiciar el debate frente a asuntos relevantes de la calidad de la educación, discusión que debe ir más allá de los rankings que se hacen con los resultados de pruebas de competencias tanto nacionales como internacionales que deben presentar los estudiantes colombianos, una excelencia asociada solo al desempeño escolar desconociendo los multifactores que afectan dicha calidad. Se hace necesario llevar a cabo una constituyente educativa donde la sociedad en general pueda repensar ¿Para qué sirve la escuela?, ¿por qué se obliga a los niños, niñas y adolescentes a permanecer, durante largas horas cada día, en aulas de clase’, ¿cómo pasar de una educación de la repetición a una para la comprensión?
En este sentido es necesario contribuir con el avance de la ciencia y la generación de nuevo conocimiento, para ello pongo a consideración de la sociedad en general una “Pedagogía para la Autodeterminación” que tiene como propósito responder a tres grandes interrogantes dentro de una teoría educativa, como son: ¿Qué enseñar? ¿a quién se le enseña? ¿Cómo se enseña? Aunque se enmarca en la teoría de la autodeterminación de Ryan & Deci (2017), adopta principios fundamentales de la teoría del pensamiento complejo de Edgar Morín (1994) que da pistas acerca de que enseñar en la actualidad y como el currículo debe dar mayor relevancia a las agendas universales que intentan resolver los problemas que amenazan la existencia de la humanidad en la tierra y de la teoría de la Modernidad líquida que propone Sigmund Bauman (2015). quien presenta un panorama general de las características de los niños, niñas y jóvenes de esta época que tienen sus propias expectativas acerca de que aprender y de la necesidad que tienen las escuelas de transformarse para atender las demandas de las nuevas generaciones en términos de educación.
La pedagogía de la autodeterminación busca caracterizar las relaciones entre autonomía, estilo de enseñanza y compromiso con la enseñanza y el aprendizaje. Por un lado, centra la atención en la necesidad de que los maestros satisfagan sus necesidades psicológicas básicas: sentirse competentes, aceptados y autónomos como condición para adoptar un estilo de enseñanza de apoyo a la autonomía. Por otro lado, pretende ir un poco más allá de lo que hoy se conoce como compromiso escolar caracterizado por un compromiso emocional, comportamental y cognitivo para presentar el concepto de compromiso agéntico en el que el estudiante es autor de su propio aprendizaje.
Pronto estará en circulación este libro: “PEDAGOGÍA DE LA AUTODETERMINACIÓN”, fruto de la experiencia acumulada de 30 años como maestro en los niveles de la educación básica y media, algunos como directivo docente y muchos como estudioso e investigador a veces agremiado otras independiente. Espero este documento suscite el debate, la reflexión, la acción suficiente y necesaria que permita generar la transformación de nuestras escuelas hacia escuelas del siglo XXI y diseñar modelos pedagógicos pertinentes para la generación de NNA que nos corresponde educar.
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