26 de febrero de 2023. Por Armando Palau Aldana. Mi trayectoria por los senderos del litigio, la auténtica expresión del derecho que se materializa con la garantía constitucional de acceso a la administración de justicia, comenzó en 1977 en la prestigiosa oficina de Arquimedes Palau Caicedo, con mis pininos como secretario suplente cada vez que mi padre se quedaba sin empleada, instantes en los que deambulé por la ingente cantidad de libros de la excelsa biblioteca jurídica de quien en sus inicios se desempeñó como penalista defensor de presos políticos hasta que la realidad de este anacrónico sistema lo decepcionó tempranamente, mientras combinaba con su irreverente accionar político como dirigente del Movimiento Revolucionario Liberal, teniendo el característico coraje de avistar que López Michelsen pronunciaría su lacónica e insidiosa frase “pasajeros de la revolución desembarcar”.
Con este inestimable legado, durante estos 9 lustros pude corroborar que el sistema penal acusatorio colombiano se parece a los oscuros laberintos del Proceso de Kafka, en la que Josef K es víctima de un proceso judicial en el que debe defenderse de una imputación que no conoce mediante comentarios incompletos para obtener la libertad evidenciando el paso entre lo increíble hasta llegar a lo absurdo. No me fío de sus operadores judiciales entre quienes lo perverso y la malquerencia caracteriza a ingente cantidad de fiscales, la prueba de ello son los muchachos de Puerto Resistencia en Cali, sospechosamente judicializados y privados de su libertad.
Hoy precisamente, he recibido la confirmación de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales de la negativa de realización de audiencia pública ambiental y la previa suspensión del permiso para seguir construyendo la Estación Guardacostas en el Parque Natural Isla Gorgona, un subalterno del abogado cordobés Rodrigo Negrete Director del Anla, negó de plano la impugnación y los recursos de reposición y apelación, como quien dice también se destila en esa oficina del alto gobierno Jabón Pilatos. La argumentación resulta asaz precaria, después de haberme anunciado el Director en el despacho de esa dependencia estatal en la capital de la república que en la última semana de enero nos resolvería la reclamación al Círculo de Pensamiento Ambiental, para luego remitir oficio pidiendo plazo hasta el 10 de febrero y otro más hasta el 21 de este mes, para tomarse los casi 60 días que ocasionarían el silencio negativo presunto. Que lástima, se tuvieron que tomar todo ese tiempo para una lánguida respuesta de 30 folios útiles. Es probable que no haya interés en enfrentar a los aliados demócratas desde el gobierno nacional, pero opciones distintas a Gorgona para una pequeña base militar y operativos de regulación gringa del tráfico de drogas ilícitas pululan en el litoral.
No nos deja otro camino que poner en bandeja de plata al Director Anla ante el Fiscal Barbosa y la Procuradora Cabello, para que se le investigue y determine su responsabilidad por complicidad por omisión en los punibles y faltas disciplinarias de Ecocidio y daño en los recursos naturales e invasión de áreas de especial importancia ecológica, que el Código Penal describe (artículos 333 y 336) como aquellas conductas con incumplimiento de la normatividad existente que causen un impacto ambiental grave o de cualquier otro modo dañe el entorno y su oferta natural, y quien realice uso indebido de ecosistemas de importancia ecológica, playas, terrenos de bajamar y parque nacional natural. Convoco a los penalistas para confeccionar esta noticia criminal.
Si la justicia penal existe aunque cojee, más allá de cualquier horizonte político, con una mayor responsabilidad (que la que se le imputa sospechosamente a los jóvenes de Puerto Resistencia) e impacto mundial en las míticas Jorobadas Ballenas Yubarta, ciudadanas del mundo como sujetos especiales de derecho internacional que avanzan desde el Ártico hacia las playas de Gorgona para arribar en escasos 3 meses al frenesí de la danza del amor en la “carrera de calor” de los Yubartos, a consumar el milagro de la vida con el alumbramiento de sus ballenatos y a encontrarse con el mundo marino y las legiones de delfines y tortugas del pacífico colombiano, con la percusión de los tambores africanos de nuestras comunidades negras a quienes no les consultaron previamente sencillamente porque las invisibilizaron.
Y en esa danza del amor tendremos la osadía de descifrar los cánticos de los victoriosos Yubartos a sus corpulentas damas, recordando de Helcías Martán Góngora su Declaración de Amor declamando:“Tú, sola entre la mar, niña a quien llamo ola para el naufragio de mis besos, puerto de amor, no sabes que te amo. Para que tú lo sepas: yo lo digo y pongo al mar inmenso por testigo”.
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