9 de febrero de 2025. Por Armando Palau Aldana. En la dinámica de depositar la soberanía sobre el aparato estatal en cabeza exclusiva del pueblo, se estableció constitucionalmente la participación democrática con el propósito de sobreponerla a la representatividad, fijando instrumentos como el voto programático para alcaldías y gobernaciones, cuyo incumplimiento generaría la revocatoria del mandato impuesto a través del voto.
Sin embargo, se dejó su reglamentación al Congreso de la República donde persiste la corrupta dirigencia de los gamonales territoriales, siendo la revocatoria del mandato programático un ejercicio en las urnas, técnicamente más engorroso que las justas para elegir mandatarios locales y regionales, cuando se pudo y se puede establecer la acción constitucional en estrados para dicha revocatoria.
Podríamos hacer un símil: primero debemos precisar la problemática que aqueja a nuestra matria, construir un plan con programas y acogerlo por consenso, para luego determinar cual es la mejor candidatura para sacar avante esas ideas, sin embargo, primero nos rompemos la cabeza escogiendo quien y luego se improvisa la propuesta de gobierno ad-portas de las elecciones en los debates televisados.
Pero los programas inscritos, construidos por asesores más no por militantes ni simpatizantes o potenciales electores, en el caso de Eder, son solo títulos y subtítulos, para evadir compromisos y responsabilidades. Sin embargo, incumple dos: “Sostenibilidad - Protección de Activos y Recursos Naturales”, así como “Finanzas Públicas, Buen Gobierno y Lucha Contra la Corrupción”.
Para la muestra, el excluyente Club Campestre, que invadió 1 millón de metros cuadrados del municipio, dentro del cual están privados del goce público 8 humedales lénticos por la élite derivada de la Casta Blanca, demostrando que “los ricos también invaden con patente de corso”, logrando que Eder (su socio de número), les haya devuelto ilegalmente 2.2 mil millones de pesos por predial.
Este domingo, parte de la muchachada de las primeras líneas tomó la determinación de reclamar simbólicamente la titularidad de esos bienes de uso público y fiscales usurpados por las élites, prendiendo olla comunitaria frente al Club Campestre. Lo que el exalcalde Jorge Iván Ospina, no tuvo el valor de recuperar, las 100 hectáreas cedidas por Ferrocarriles Nacionales a Cali.
Bajo el gobierno de Eder, no hay entonces protección de recursos naturales ni lucha contra la corrupción, la cual galopa ahora por parte de la Casta Blanca, superando el promedio de contratistas de nómina paralela que ha manejado la Sucursal de Cali en los últimos cinco años, que ha estado alrededor de 12.500 contratistas, cifra elevada el año pasado a 13 mil por esta administración.
No obstante el esclerótico trámite para sacar avante la revocatoria, que comprende obtener el apoyo de por lo menos el 30% de los votos que obtuvo Eder, es decir, 95 mil firmas del total de los 315 mil con los que lo eligieron, que es un peldaño alcanzable, lo crítico es obtener por encima de 330 mil votos (40% de los 824 mil votantes), además de la mitad más uno de ese resultado mínimo.
Estamos hablando de un escenario absolutamente frío, en la que no compiten los partidos y los movimientos, como tampoco distintas candidaturas, solamente los comités que impulsan la revocatoria y la ciudadanía que logre ser sensibilizada mediante opinión pública, sin embargo, las circunstancias de modo, tiempo y lugar en un pulso de clases sociales, podría generar una dinámica excepcional.
Y es precisamente entender que el enriquecimiento de pequeños sectores, es decir, de la élite de la casta blanca, acudiendo a arrebatar el erario en detrimento de la satisfacción de las necesidades básicas de inmensos sectores empobrecidos, puede provocar una coyuntura de lucha contra la corrupción, que si logra la suma de los sectores partidistas que perdieron las elecciones, podría sorprender.
En fin, esta puja proporciona la oportunidad de exigir el cumplimiento de los deberes constitucionales y legales al alcalde, bajo la egida de buscar la prevalencia del interés y la prosperidad generales, servir a la comunidad, y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, y facilitar la participación de todos, no el favorecimiento solo de los ricos.
En los sectores populares donde la alegría aflora y la solidaridad emerge, se siente “Melodía de Arrabal” (1932), el tango de Gardel, Le Pera y Battistella: “Barrio... barrio… / que tenés el alma inquieta / de un gorrión sentimental. (…) Barrio... barrio... / perdoná si al evocarte / se me pianta un lagrimón, / que al rodar en tu empedrao / es un beso prolongao / que te da mi corazón”.
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