Foto: Jorge Orozco / El País.
Cali 23 de noviembre de 2024. Por Gonzalo Concha. Lamentablemente la protesta pacífica y sustentada, frente a la inconveniente construcción de una estación militar en el Parque Nacional Natural Isla Gorgona, no fue atendida en la COP16
En la COP16, como por arte magia, el tema Gorgona, extrañamente fue invisibilizado de todo espacio formal de análisis, debate y reflexión; por fortuna para el medio ambiente en otros campos e iniciativas como: científicas, políticas, artísticas, educativas, étnicas y comerciales, entre otras, tuvieron gran acogida y pudieron ser visibilizadas y escuchadas por una nutrida y calificada población nacional e internacional; permitiendo calificar este esfuerzo de las autoridades locales y nacionales, como muy importante.
Pero como la idea no tirar la toalla, los invito a que reflexionemos sobre uno de los tantos puntos críticos a tener en cuenta en esta ecuación:
El Ruido Submarino.
Retomando la motivación de la reciente publicación en Global Change Biology y National Geographic, el tema del ruido marítimo, es una preocupante amenaza para la vida marina, que debemos conocer.
Así que entre los muchos daños ambientales, a que se enfrenta este Parque Nacional, por la construcción de una estación militar, para la interdicción del narcotráfico; el ruido submarino, ocupara un punto significativo, que bien vale la pena sopesar en esta propuesta, si bien Gorgona, es un lugar por donde periódicamente en sus rutas migratorias, pasan y reposan: ballenas, delfines, tiburones, tortugas, entre tantas y tantas especies marinas, puesto que se sienten protegidas y tranquilas para su descanso; estación de limpieza; alimentación; apareamientos y partos.
Recordemos que, en el aire el sonido viaja a una velocidad de 330 metros por segundo, mientras que en el agua viaja a 1.500 metros, así que cualquier ruido – de un motor, por ejemplo - invade rápidamente toda el área, perturbando la vida marina.
Por otro lado, no dejo de lamentar la estocada clavada en todo el morillo del Cerro Trinidad, con la construcción de una torre para instalar un radar; talando el espeso y milenario bosque, abriendo una trocha que se alcanza a apreciar en la fotografía; trocha que, con las copiosas lluvias propias de la zona, llorará lodo, el que terminará navegando y enturbiando las cristianas fuentes para finalmente llegar al fondo del mar, afectando la vida asociada. Pero nada que hacer, puesto que, al parecer este es un dato menor, para las autoridades ambientales.
Finalmente, y para “no seguir llorando sobre la leche derramada” mis mayores reconocimientos y aprecio, en primer término a la bióloga Laura Daniela Benites, quien, contra viento y marea, sola o acompañada, da la cara y le sigue poniendo el pecho a la brisa marina, en todos los espacios posibles, para defender con razones científicas la inconveniencia de construir una estación militar en la isla; y en segundo término, al abogado Armando Palau Aldana, quien hace lo propio desde las normas legales que nos rigen. A ninguna de estas dos personas conozco personalmente, más no por esto, dejo de admirarlas y agradecerles todo lo han venido haciendo, junto con sus equipos, para defender una delicada causa ambiental, que debe ser del interés y compromiso de todos, y cuando digo todos, solo me refiero a TODOS.
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