Cali, 15 de septiembre de 2024. Por Armando Palau Aldana. Sobre sociedad civil es necesario disertar desde distintas perspectivas, concordamos por ejemplo, que Gaitán al referirse al país nacional para diferenciarlo del político, retomó la idea de Gramsci sobre estas formas de vida social de la ciudadanía más allá de las reguladas por las funciones del Estado, quien a su vez bebió de las nociones que al respecto discutieron Ferguson, Smith y Hegel, para quienes la sociedad civil abarca lo público no estatal.
En tiempos de la crisis provocada por los contradictores del gobierno de Samper, el Consejo Gremial pretendió llevar la vocería de la sociedad civil colombiana, sin consultar la opinión ni las necesidades de las comunidades populares; mientras que la triada Estado, sector privado y sociedad civil logró su separación en la pieza legal que enunció el Sistema Nacional Ambiental, aunque con el yerro de poner a la cabeza al gobierno nacional por medio del ministerio de ambiente.
Tan evidente es este yerro, que las audiencias públicas como instancias de participación previas o concomitantes a las licencias ambientales, no tienen el carácter legal de determinantes ni deliberantes, desconociendo el mandato constitucional de exclusiva soberanía popular, por lo cual se aferra la figura de monopolio del poder gubernamental bajo el esquema de la democracia representativa, que emanan como función pública desde el poder popular.
Ahora bien, esa soberanía popular esta hermanada con el propósito constitucional de fortalecer la unidad de la Nación asegurando la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, en un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, facilitando los roles económicos, políticos, administrativos y culturales de la Nación para mantener la integridad territorial.
En contravención de este contexto jurídico, se ha anunciado por parte de las ministras de ambiente y agricultura el reconocimiento de Zonas de Reserva Campesina dentro de Reservas Forestales Nacionales, so pretexto de reconocer el papel del campesinado en la protección de la biodiversidad, la conservación de la naturaleza y el cuidado de los bienes comunes, para desarrollar una política de agroecología y hacer sistemas de producción y consumo de alimentos.
En nuestro accionar judicial ante el Consejo de Estado para la protección de reservas forestales nacionales, se puso de presente por parte del alto tribunal que solo cuando por razones de utilidad pública o interés social, sea necesario realizar actividades económicas que impliquen remoción de bosques o cambio en el uso de los suelos o cualquiera otra actividad distinta del aprovechamiento racional de los bosques, la zona afectada deberá ser previamente sustraída de la reserva.
La sustracción de una reserva forestal requiere una compensación, actividad que lesiona la continuidad que necesita la biodiversidad, ello está ordenado en el Código de los Recursos Naturales, precepto que no puede ser modificado ni derogado por un decreto reglamentario presidencial, siendo el camino lograr que una parte de los 38 millones de hectáreas de potreros donde pastan los 25 millones de cabezas de ganado de los terratenientes suplan la agricultura campesina.
La iniciativa ministerial es un evidente y abultado atentado contra la biodiversidad y es aleve ataque a la naturaleza, a la que se le hace una espuria promesa de paz en medio del falso espectáculo de la COP16, es decir, cada vez se ponen de presente las incongruencias gubernamentales en materia ambiental y agrícola, que desde el activismo ambientalista arengamos con mirada crítica en defensa de la Pachamama y el respeto por todos los seres vivos de fauna y flora.
Esta doble moral me recuerda el tango “Al mundo le falta un tornillo” (1933) de Aguilar y Cadícamo, que dice: “Hoy se vive de prepo / y se duerme apurao. / Y la chiva hasta a Cristo / se la han afeitao... / Hoy se lleva a empeñar / al amigo más fiel, / nadie invita a morfar... / todo el mundo en el riel. / Al mundo le falta un tornillo / que venga un mecánico... / ¿Pa' qué, che viejo? /Pa' ver si lo puede arreglar”.
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