Publicado 9 febrero 2016. En la mitad del siglo diecinueve, el abogado y periodista boyacacuno Ezequiel Rojas Ramírez escribió La Razón de mi Voto y conformó el acta fundacional del Partido Liberal. Doce años después se libró durante tres calendas una de las tantas guerras civiles de nuestra patria, la cual ganaron los liberales promulgando la Constitución de Rionegro en mil ochocientos sesenta y tres, momento que marcó el inicio del Liberalismo Radical que duró casi cinco lustros hasta sucumbir con la República Centralista liderada por el cartagenero Nuñez en el ochenta y seis.
Los Liberales Radicales fueron una generación de políticos, periodistas y escritores anticlericales, que preconizaron los cambios estructurales a los aspectos fundamentales de nuestra sociedad tradicional. Defendieron el civilismo contra las dictaduras, lideraron el federalismo contra el centralismo y proclamaron los Estados Unidos de Colombia con sus nueve provincias, fomentaron el libre ejercicio de los derechos civiles y políticos, lograron la separación del Estado y la iglesia, oficializaron la educación, abolieron la pena de muerte, reconocieron el derecho al voto y conquistaron la libertad de expresión y de asociación. Los Liberales Radicales construyeron la primera infraestructura vial del país trayendo el tren y la navegación a vapor por el Magdalena y el Cauca, instalaron el telégrafo eléctrico, fundaron la Universidad Nacional, continuaron las reformas de José Hilario López, y retomaron el libre cambio que reclamaron Los Comuneros en mil setecientos ochenta y uno.
Transcurrida una década de esta primera República Liberal, se generó la división de la colectividad roja y aparecieron Los Moderados, los que luego se unieron a los godos para imponer la Constitución del ochenta y seis, que rigió durante más de un siglo e instauró una cultura dogmática, autoritaria, clerical y excluyente.
Después de aquella luminosa república federal, el Radicalismo Liberal reverdecio con las Ideas Socialistas de Jorge Eliecer Gaitán durante los años treinta y cuarenta, quien terminó estrangulado entre la rivalidad de Alfonso López Pumarejo y Laureano Eleuterio Gómez, siendo vilmente asesinado dos años antes de la mitad del siglo veinte. Luego vino la convivencia paritaria del liberalismo y el conservatismo, la dirigencia liberal se alineó por la senda de las mangualas, los acuerdos bajo mesa, las conveniencias, y la corrupción en sus justas proporciones. El capitalismo salvaje tuvo sus defensores de oficio en la Constituyente del noventa y uno.
Posteriormente la Constituyente Liberal del dos mil, un ejercicio de ilustración política liderado por Edmundo López, canalizó la efervescencia de ideas que se concibieron en las Mesas Temáticas de las capitales de los departamentos, con las cuales confeccionamos la Plataforma Ideológica, el más vanguardista ideario político contemporáneo de Colombia.
No obstante haberse proscrito el capitalismo salvaje el gavirismo hizo trizas ese postulado y con la complacencia de Serpa copto la Dirección Liberal por dos periodos, encargó a su vástago Pardo e impuso a su hijo Simón el iletrado, quienes rompieron el mandato estatutario y violaron la Moralidad Administrativa como lo sentenció el Consejo de Estado hace siete meses, fallo defraudado por el ultimo Patriarca del Liberalismo y hoy realmente el Director Nacional del Partido.
En la esfera regional, los dirigentes del liberalismo ahogan nuestro Ideario Político, lo burlan y utilizan en la consecución de sus propios intereses burocráticos y contractuales, y son transfugas profesionales. No existe ningún proyecto organizativo que honre nuestra Plataforma, no hay promoción de la participación directa de la juventud en la decisión de los destinos de nuestro Valle del Cauca, para fortalecer la democracia interna y renovar la política. Sólo se avizoran jefecillos de turno y otros haciendo fila, simples Liberales Moderados. Nuestras campañas no responden a una planificación participativa, para el debido aprovechamiento del talento humano y la formación de equipos de trabajo, que identifiquen y consigan los recursos materiales para participar con éxito en las justas electorales. No hay espíritu de inclusión, ni siquiera espacio para que las deliberaciones permeen la crítica y la autocrítica, facilitando el ejercicio pleno del disenso.
Aun así, bajo la égida de buscar y construir otro mundo mejor posible y un país donde se resuelvan verdaderamente los problemas estructurales, económicos, sociales, culturales y políticos, donde se promueva el ser humano y sus derechos, y se respete el derecho colectivo a gozar de un ambiente sano, seguiremos luchando y combatiendo la politiquería, el egocentrismo y la corrupción desde el Colectivo Izquierda Liberal, para que el liberalismo vuelva a ser el Partido del Pueblo, porque si no podemos cambiar nuestra colectividad política jamás lograremos cambiar nuestra atribulada patria. Que viva el Liberalismo Radical. A la carga!
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