lunes, 17 de noviembre de 2014

Disertaciones del crepúsculo – El egocentrismo o la paz. // Armando Palau Aldana

Foto tomada del Periódico El Turbión (Juan Diego García – abril 15 de 2012)


Un espléndido referente para comprender una de las facetas de la condición humana, es la contemplación del comportamiento del reino animal –del cual provenimos- particularmente de las manadas. La imponencia del León, su arrogancia, la presencia de su guardia pretoriana conformada por su séquito de bellas leonas. La elegancia del Elefante, mayor en edad y tamaño en su grupo, seguido por un grupo mixto de paquidermos. En los sobrios Bisontes, en grupos más numerosos se visibiliza lo mismo: un fuerte y sobresaliente ejemplar que dirige a toda la legión por las praderas. En las laboriosas hormigas, es innegable y casi mística la presencia e imposición de la reina. Son el resultado de condiciones innatas y de la ganancia de su lugar por el reconocimiento propio del resto.



A partir de esta referencia y de estos ejemplos, podremos comprender los orígenes del liderazgo, emparentado en el género humano con la vanidad y la discriminación, siempre odiosa e inaceptable, contagiada además por la envidia, porque muchos de esos liderazgos no se han construido por la iniciativa y la promoción de los demás, sino por la ambición de unos pocos, que logran su reconocimiento en distintos grupos en medio de artimañas utilizadas desde sus propias destrezas y cualidades, habilidades, complicidades y osadías.



De ahí que buena parte de esos hombres y mujeres atraídos por el infinito deseo de ser el centro los torne egoístas, enfilando odios y resentimientos hacia talentos y caracteres coherentes que ponen en evidencia la mediocridad que se esconde con la fama, especialmente cuando aquellos tienen el coraje de empuñar la verdad al costo que resulte necesario poniendo en evidencia a las y los líderes.



Esa trama de escondidos sentimientos se torna en obstáculo para alcanzar consensos para la paz, que incluyan todo el contexto de una marcada desigualdad sociedad. Es también una barrera para el fortalecimiento de proyectos políticos de gran espectro, donde la izquierda democrática se emparente con sectores progresistas de los partidos y movimientos tradicionales, sin hipocresías ni falsas afirmaciones ni señalamientos.



En un bello recital sobre el derecho al delirio, Galeano afirma que debemos dejar la tediosa perfección al atributo de los dioses, no por ello so pretexto de la imperfección nosotros los mortales podemos darnos el lujo de renunciar a construir los cambios con responsabilidad y coherencia.



No será fácil lograr la reconciliación, tampoco por ello tendremos que aceptar a los corruptos y a quienes se mantienen al margen del ordenamiento jurídico, no como un fetiche al derecho, sino como el resultado del contrato social. La justicia tendrá que concluir su tarea, aquella que es la civilizada y moderna expresión de la venganza, como dijera con tino Nietzsche. Pero la soberbia que nos impide reconocer nuestros propios errores no puede seguir siendo el vehículo para descalificar a nuestros contradictores, que en muchos casos, antes de serlos, son aliados para alcanzar una paz duradera, cuyo discurso no puede seguir vestido de apariencias y de mentiras para dejar de reconocer al otro. Ello ocurre en la derecha y en la izquierda, impidiendo que la materialización de una democracia incluyente sea el faro que ilumine un gran consenso para construir otro país mejor y posible, donde la primera tarea sea esbozar la Nación que necesitamos nutrida y consensuada desde la sabiduría del país nacional y los distintos sectores de la sociedad civil, juntando las coincidencias de las distintas percepciones políticas, comprendiendo que así como somos un país pluriétnico y multicultural, el espectro de la ideologías también es una expresión de la biodiversidad.



Cali, 15 de Noviembre de 2014.

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