jueves, 5 de noviembre de 2020

El Coronavirus Nuestro Mejor Maestro

 
5 noviembre 2020. Por Augusto Castro MD. La comunidad es la que debe ganar la batalla al coronavirus. Si los desórdenes de salud mental están aumentando en la pandemia también está en aumento la gente consciente. El mundo se está dando cuenta del hecho que nuestro bienestar implica invertir en nosotros mismos no únicamente en el sistema médico.
En el planeta, las personas materialistas se están viniendo abajo por preocupaciones y ansiedad. Observemos que la mayoría de la gente que va al trabajo todos los días, no lucen joviales, parecen desconsolados, han olvidado que nuestra única tarea en este mundo es ser felices. Toda la vida se nos ha convertido en una ocasión de competir con los demás y de alcanzar objetivos, la hemos convertido en una constante agitación del ego para tratar de superar las vicisitudes cotidianas, que conducen a nuestra mente a entre a un ritmo endiablado y a privarnos de disfrutar la más mínima tranquilidad, haciendo todo mecánicamente sin plena consciencia, mientras la vida se nos escapa.
La vida para un ciudadano promedio, es increíblemente difícil. Las dificultades de conseguir trabajo, estudio, un hospital decente, un trato digno, un techo apropiado, de escapar a la violencia, de pagar los recibos, de recibir imparcial justicia y de aún, de sobrevivir a la lluvia, crea sentimientos de frustración, rabia, malestar, tristeza, inconformismo y ansiedad, con lo que nosotros tenemos que vivir y que pueden tornarse en desorden mental. Y no es que afecte solo a personas débiles, inadaptados o perdedores; la enfermedad mental está comprometiendo a uno de cada cuatro adultos y a uno de cada diez niños. La presente pandemia ha empeorado la situación, debido a restricciones, aislamiento, mentiras e inseguridad.
Elevados o prolongados niveles de adversas condiciones – ansiedad, depresión, etc., aumentan el uso de sustancias, de conductas dependientes, de vidas miserables y de suicidios. Cualquier número de combinaciones de desórdenes mentales pueden desarrollarse, perjudicando nuestra estabilidad, la de la familia, la habilidad de manejar las dificultades, de relacionarnos con otros y de contribuir a la humanidad.
Debemos reconocer que el cuidar de nuestras emociones, de nuestro bienestar psicológico y personal, es tan importante como cuidar de nuestros cuerpos. De tal forma que no hay salud, sin salud mental, por eso su cuidado y la nutrición es importantísimo en cada etapa de la vida, desde la niñez, adolescencia y adulto.
La salud mental es fundamento de nuestra habilidad colectiva e individual como humanos para sentir, pensar, interactuar y realizarnos. Desde este punto de vista, la promoción, protección y restauración de la salud mental, concierne vitalmente a individuos, comunidades y a la sociedad del mundo. Tener simpatía hacia las víctimas de salud mental, les permite vivir con dignidad, protección y responsabilidad social.
El modelo de los Estados Unidos, del occidente en salud mental, no funciona para el mundo, los tratamientos psiquiátricos no son una panacea y tienen muchos riesgos, lo cual se deja de comunicar abiertamente.
Puesto que la felicidad mental debe ser encontrada dentro de nosotros, cuando las adversidades están más allá de nuestro control y no podamos hacer nada sobre ellas; nos queda el regular nuestra propia reacción a ellas con aguante, coraje, esfuerzo, aceptación, esperando con firmeza y con calma. Usualmente nuestra salud mental es puesta en peligro por nuestra negación psicológica de la realidad.
Paradójicamente, mientras queremos salud mental, constantemente invitamos las alteraciones con pensamientos negativos, ya que la enfermedad mental se enraiza en el ego, en la dependencia obsesiva, en el apego. Cuando nuestra mente se llena de emociones negativas, nos volvemos inseguros y temerosos. Al ser sobrecogidos por el modelo de pensamientos negativos, podemos pensar: “voy a fallar”, “puedo perder mi dinero” o “la gente se puede reír de mí” y así otras cosas. Este tipo de pensamiento, nos derrumba, permite que las oportunidades se nos escapen; el miedo paraliza nuestro coraje, nos estanca. Pero al despejar nuestra mente y limpiar nuestros pensamientos, estamos magnetizando nuestra mente. Dejando que la confianza, esperanza y optimismo llenen nuestro ser y alcancemos éxito y felicidad.
Si queremos ser felices, debemos ordenar nuestra “casa” — la morada de nuestro corazón. Debemos sacar afuera, a todos los “matadores” de felicidad, a los pensamientos negativos de codicia, celos, malicia y envidia. Pero botarlos no es suficiente, debemos reemplazarlos con pensamientos felices — pensamientos de pureza, simpatía, servicio, cariño, amor incondicional, prosperidad y paz, éxito y victoria .
Somos seres preciosos y únicos, nuestra vida tiene un propósito y un significado, ¿cómo permitirnos vivir bajo el influjo de los “matadores” de felicidad?
En lugar de vivir aterrorizados por una adversidad externa, es la hora de fortalecer nuestra inmunidad, de tomar las riendas de nuestra estabilidad psicológica y usar nuestra sabiduría para convertir el problema en posibilidades, en bendiciones, para ser parte de la solución y no el problema.
Cuando nuestra última meta en la vida se fija en la autorrealización, podemos darnos el lujo de ignorar las adversidades externas y convertir cada piedra de obstáculo, en una piedra para impulsar nuestra pisada.
Yoga, meditación, es una ciencia pura que encauza nuestro sistema físico y psicológico, que mantiene un balance químico y conserva las energías efervescentes, creando una terapia simple, efectiva, no-farmacológica de bajo riesgo y una estratégica prevención contra la depresión y ansiedad.
Hay un proceso diario – tanto simple como complejo – para aumentar nuestra inmunidad física y psicológica. Yoga, meditación nos empodera para dirigir nuestros propios pensamientos y emociones; no para ser dirigidos por ellos. Una vez no somos más esclavos del ciclo de reactividad, conservar nuestro balance mental no es más, un problema.
La diferencia entre el despertar espiritual y la alteración mental, aunque ambas ocasionalmente pueden manifestar una conducta inusual, es la de que los practicantes espirituales pueden vivir con un cierto sentido de abandono, pero nunca causarán ningún daño físico a ellos mismos o a otros. También, las personas avanzadas espiritualmente son capaces de estarse quietos; los alterados mentalmente no pueden y casi la entera humanidad hoy padece de esta incapacidad de quietud, siendo parte de nuestro colapso.
Augusto