domingo, 10 de diciembre de 2023

¡Las cortapisas a la libertad! - Disertaciones del Crepúsculo



10 de diciembre de 2023. Por Armando Palau Aldana. Hoy hace 75 años se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Conferencia de las Naciones Unidas, como epílogo de la devastadora segunda guerra mundial, anunciando el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra, de creencias, personal, de circulación, de reunión y asociación pacíficas, y de voto. También se promulgó la Carta de Bogotá creando la Organización de Estados Americanos e inició un periplo de violencia con el magnicidio de Gaitán.


Dicen algunos pensadores, que el poder y especialmente su abuso permite a algunos realizarse, no porque les enceguece sino porque les deja visibilizar sus angustias y liberar sus represiones, es decir, en el pleno ejercicio y abuso del poder las y los gobernantes llegan a su pletórico orgasmo individual, a diferencia de los fenómenos masivos que confabulan orgasmos colectivos, como en la bella escena de la película El Perfume en que la lujuria se libera y se rompe la moral y las cohibiciones, una fiel interpretación del libro del escritor alemán Patrick Süskind.


Seguramente ocurrió con Álvaro Uribe, enceguecido por vengar la muerte de su padre, un malandrín hecho a la sombra de comisiones obtenidas de los caballistas narcotraficantes Ochoa parientes de su esposa; la sagaz e iletrada Dilian Toro iniciada y llevada a las mieles del poder por su pariente Carlos Herney Abadía, que no obstante profesional per se no llegó a culta; o Jorge Iván Ospina posiblemente marcado por el comercio de ropa de segunda o la arrojada militancia subversiva de sus padres, cultivó su megalomanía hasta llegar a ser el embargado alcalde.


Estos abusos de ansia y ejercicio del poder muestran el verdadero talante fascista de estos sujetos, en medio del reinado del capitalismo salvaje durante estos últimos 50 años causando estragos en todo el mundo, como lo señala Noam Chomsky, colapsando el orden social y generando un cultivo para el extremismo, la violencia, el odio, la búsqueda de chivos expiatorios y un terreno fértil para figuras autoritarias que pueden presentarse como salvadoras, es decir, el camino hacia una forma de neofascismo callejero con corrientes subterráneas venenosas.


Curiosamente estos sujetos en su búsqueda de liberación de las prohibiciones en las que vivieron no comprendieron el ideal de la libertad abstracta como conciencia exenta de toda determinación, como la concebía J.P. Sartre, al estimar que la libertad, entonces es lo que se antepone a cada acto y se considera de carácter individual, permitiéndonos decidir por sobre nuestros propios actos, en que ni siquiera la moral y la ética, son factores decisivos en nuestras elecciones. Son sujetos que en el poder se tornan represores por antonomasia.


El autoritarismo tiene un fundamento en el miedo a ser libre, a ejercer la libertad y la angustia que deriva luego de la indecisión, como lo precisó Erich Fromm, al explicarnos el miedo a la libertad por el ansia de sumisión y el apetito de poder, porque la sociedad además de ejercer una función represiva también conlleva una función creadora que lleva al género humano a la disyuntiva de unirse al mundo en la espontaneidad del amor y del trabajo creador o bien de buscar forma de seguridad que acuda a vínculos tales que destruyen su libertad y su yo individual.


La Corte Constitucional justiprecia que las limitaciones a la libre circulación, lesionando el derecho de garantizar el libre y goce efectivo de transitar por donde se desee, derecho cuyo disfrute no debe depender de ningún objetivo o motivo en particular de la persona que desea circular o permanecer en un lugar sin ser objeto de hostigamientos arbitrarios por parte de agentes estatales, derecho que solo puede ser restringido sino en virtud de una ley, para proteger la seguridad o el orden públicos, la salud públicas o los derechos y libertades de los demás.


En ese orden de ideas, una vía pública no puede obstruirse privando a las personas del simple tránsito por ella, pues semejante conducta atenta contra la libertad de locomoción de la mayoría de los habitantes y lesiona el principio de prevalencia del interés general, además de que constituye una apropiación contra derecho al espacio público, esto es, un verdadero abuso por parte de quien pone en práctica el mecanismo de cierre o restricción, lesiona el desarrollo de la libertad de todo ciudadano y el ejercicio de la libertad personal.


Pues así lo ha determinado el alcalde Jorge Iván Ospina del “corazón partido”, en primer término, al hacer el encerramiento con vallas de distintos bienes y espacios de uso público, por lo que hay que indagar quienes son los beneficiarios de la provisión de dichas barreras. La emblemática Plaza de Caycedo que en la primera mitad del Siglo pasado era cerrada en la mitad de la noche, es hoy día secuestrada por vallas dispuestas por el lánguido Secretario de Seguridad por órdenes del temeroso alcalde, restringiendo el derecho de libre locomoción a la caleñidad.


También encerró el Bulevar del Río, la Manzana T, el Paseo Bolívar y la Plazoleta de los Periodistas, imponiendo direccionamiento de circulación de la ciudadanía para el disfrute de los vistosos alumbrados, en el ánimo profundo de convertirnos en borregos que salen de un potrero e ingresan a un camión. No hay ninguna justificación constitucional legal ni normativa, al contrario, es una transgresión al ordenamiento jurídico, ni siquiera justificada en términos de prevención de emergencias, porque dichos encerramientos se tornan en una trampa mortal.


Esto encierra un talante neofascista que evidencian los crápulas solo cuando llegan al transitorio poder y nos dejamos someter por aquellos, renunciando a nuestro derecho constitucional a la libre locomoción y por ende a nuestra dignidad como ciudadanos. Por ello como en el tango Libertad (1937) de Felipe Miltre y Agustín Magaldi, esto le dijo la libertad al fascismo: “Estamos a tiempo, seguí tu camino, / tu ideal yo no he sido ni el mío sos vos. / ¿Por qué esta comedia de amores fingidos? / ¡Quedemos amigos y libres los dos!”.


Cali, 10 de diciembre de 2023.


miércoles, 6 de diciembre de 2023

El futuro es hoy


6 de diciembre de 2023. Por Marcelo Colussi. “El futuro es hoy”, “el futuro ya está aquí”, suele decirse; expresiones que quieren dar a entender los avances fabulosos del desarrollo científico-técnico con que vivimos y, fundamentalmente, la velocidad vertiginosa con que los mismos se precipitan incorporándose en nuestra cotidianeidad. En otros términos: lo que parece producto de una muy exuberante imaginación futurista, día a día se hace una realidad palpable dejándonos boquiabiertos.

Sin dudas, todos esos cambios que hoy se suceden interminables y con una celeridad descomunal presentándose como un desafío constante al que debemos enfrentarnos, obligan a pensar hacia dónde vamos. Por lo que puede colegirse, ningún gran cambio tecnológico en la historia, si bien abrió escenarios monumentalmente nuevos (conquista del fuego, invención de la rueda, manejo de los metales, agricultura, navegación a vela, imprenta, máquina de vapor), produjo la sensación de movimiento constante, casi enloquecedor, con que nos encontramos en la actualidad. Hoy la aparición de nuevas tecnologías tiene un ritmo frenético, por lo que cuesta  seguirle el paso. Lo que recién ayer era fabulosa novedad (el cassette, el diskette, el teléfono fijo, el disco compacto, no digamos la máquina de escribir) en un corto tiempo pasa a ser pieza de museo. La fijación de pautas de consumo, modas y tendencias que los poderes dominantes nos imponen (“Lo que hace grande a este país [Estados Unidos] es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda” manifestó el gerente de la agencia publicitaria estadounidense BBDO, de las mayores del mundo) ha hecho de la sed de novedades un poderosísimo motivador, por lo que a diario nos encontramos con nuevos productos en todos los ámbitos. La producción humana, hoy día enmarcada enteramente en la lógica capitalista, encuentra ahí un lugar perfecto para desarrollarse, y la creación de “cosas nuevas” destinadas al mercado no cesa, creando de continuo nuevas necesidades que se van tornando imprescindibles. De ahí que el mundo contemporáneo convoca a preguntarnos: ¿hacia dónde vamos? ¿Es necesaria esa proliferación interminable, esa velocidad de cambio? O más aún: ¿acaso puede detenerse la misma?

Es así que el mundo actual presenta una sensación de movimiento perpetuo que nos sorprende a diario. Más aún: las tecnologías, cada vez más sofisticadas, obligan a preguntarnos qué futuro se está construyendo. De ahí que cobra sentido la expresión aquella de “el futuro es hoy”, “ya llegó”, “está aquí”. Con cierta sensación de vorágine, todo lo actual es puesto en entredicho casi a diario, siendo difícil vaticinar lo que sucederá en un corto tiempo. Lo que hoy era novedad, mañana ya es vetusto.

¿Qué futuro nos espera? ¿Todo el mundo por igual aprovecha esas maravillas de la creatividad humana? La subjetividad profunda, ¿también cambia? ¿Y el “hombre nuevo” que pedía el socialismo algunos años atrás, cómo entra en esto? Es imposible decir con precisión para dónde vamos. Lo que queda claro es que resulta sumamente difícil tener claridad de lo que se está construyendo, de saber hacia dónde nos dirigimos como humanidad. La idea -encomiable, que debemos seguir defendiendo con toda tenacidad- de un mundo superador del capitalismo, se ve adversada hoy por lo que una cruda y obstinada realidad nos confronta. La primera experiencia socialista de la historia, la Unión Soviética, desapareció; en su lugar encontramos un país capitalista como Rusia con las peores lacras del individualismo, dando pasos hacia atrás en lo logrado con la revolución bolchevique: se reintroduce el elemento religioso en su Constitución, se ataca al movimiento de diversidad sexual, se premia el egoísmo exitista de unos pocos magnates, se entroniza la más galopante corrupción.

Por otro lado, alimentando un desconcierto que confunde, a lo largo y ancho del mundo, y con voto popular (¿suicidio colectivo?), surgen mandatarios abiertamente fascistas que exaltan el racismo, la xenofobia, el clasismo llevado a niveles absurdos, el individualismo extremo  contra la solidaridad fraternal. En el discurso dominante en términos globales, el socialismo en tanto esperanza es presentado como una lacra inviable, ya fracasada. Se llega a expresar que si hoy China es una superpotencia, lo es porque abrazó mecanismos de mercado (aunque en absoluto sea así). Todo indica que hoy el mundo se va derechizando en forma creciente en términos político-ideológicos, y el cambio acelerado de la tecnología pareciera marcar/imponer el ritmo: si no se le sigue el paso, quedamos  “fuera”. Pero ¿fuera de qué?

Se ha dicho, con una muy peligrosa y tendenciosa inclinación ideológica, que es más fácil que se termine el planeta Tierra -por la catástrofe ecológica que se vive, o por la posible guerra termonuclear- a que termine el capitalismo. Visión pesimista, que no da espacio a la esperanza. Lamentablemente, al observar la realidad actual, la marcha de las cosas no nos presenta un escenario optimista. Aunque “quienes seguimos teniendo esperanzas no somos estúpidos”, como dijo Xabier Gorostiaga, el impuesto discurso dominante muestra que “hay que seguir el tren de esa historia”, consistente en consumir acríticamente. En todo caso las tendencias en curso solo nos muestran un mundo viable para algunos, y de muchas y variadas penurias para los más. Ahora bien: quien no se sube a ese velocísimo, casi desbocado tren, ¿es un estúpido?

Cuando se dice que “el futuro ya está aquí”, dando a entender el fabuloso desarrollo científico-técnico de la humanidad y haciendo su apología (“El ser humano creó a Dios y luego se arrodilló frente a él. Quién sabe si también se inclinará en breve frente a la máquina, frente al «robot»”, dijo el anarquista Mijaíl Bakunin), se omite algo muy importante: los beneficios de ese avance no se reparten por igual para todas y todos. Mientras hay gente que se mueve en la realidad virtual, pensando en cosas como viajes en el tiempo o la prolongación casi eterna de la vida, muchos otros continúan usando leña como energético, sin acceso ya no a internet sino siquiera a electricidad, cultivando con arado de bueyes y atados a milenarios prejuicios mágico-animistas, creyendo en espíritus y aparecidos (o en religiones).

Este dispar mundo actual no apunta a una igualación de esas diferencias, sino a su perversa profundización. Las asimetrías que hoy pueblan la vida del ser humano -económicas, sociales, culturales, tecnológicas- tienden a aumentar. Muchos, los más, seguirán en el pesado y abrumador subdesarrollo, mientras otros -los menos- pareciera que viven cada vez más en el luminoso progreso, resolviendo su calidad de vida en forma inversamente proporcional a las miserias de otros. Pero la tecnología no es la clave para lograr ese avance, ese bienestar; el mismo asienta en cambios estructurales de la sociedad. En Guatemala, país pobre del Tercer Mundo, un ideólogo del neoliberalismo como Manuel Ayau pudo decir, sin ninguna vergüenza, que el país entraría en el desarrollo “el día en que cada indio tenga un celular”. Hoy existe 1.3 aparatos por persona, y el país sigue postrado, sin desarrollo. Sin dudas, la mera tecnología no lo consigue: eso es una suma compleja de cosas. El ser humano, en su subjetividad profunda, no parece haber cambiado sustancialmente desde las cavernas: ayer garrotes, hoy misiles hipersónicos con carga nuclear múltiple, pero la apelación a la fuerza bruta sigue siendo su motor. El poder como centro de la humanización no ha cambiado. ¿Cambiará?

Entonces, una vez más la pregunta: ¿cómo es que el futuro ya está aquí? Fuera de los espejismos que esa obnubilación por la tecnología puede acarrear, no caben dudas que la productividad humana hoy presenta “milagros” impensables apenas unas décadas atrás. La inteligencia artificial, la robótica, el mundo digital, el internet de las cosas con tecnología 5G, la computación cuántica, el metaverso y el espacio virtual, la biotecnología y la genética molecular, la posibilidad de generar vida artificial, las neurociencias que pueden manejar el pensamiento, todo esto plantea preguntas: ¿se mejora así nuestra calidad de vida como especie, o esto sirve para aumentar diferencias entre los grupos humanos facilitando a los grandes poderes hipercontroles cada vez más sofisticados y efectivos?

Lo conocido hasta ahora va dando paso, en forma vertiginosa, a nuevos escenarios donde no se conoce el punto de llegada. Incluso la unión de machos y hembras de la especie (que, en realidad, son “caballeros” y “damas” y no meros especímenes biológicos) puede ir cuestionándose, a partir de nuevas modalidades de relacionamiento. El matrimonio como institución que asegura la reproducción (biológica y cultural) está en franca crisis, siendo cuestionado con nuevas formas de sexualidad y de posicionamientos inter-humanos. ¿Quién criará a las crías humanas próximamente: la inteligencia artificial? Todo ello puede hacer pensar en si, efectivamente, estamos ante un nuevo sujeto: ¿un ser encerrado en sí mismo, enfrascado ante una pantalla, manipulado hasta el hartazgo por factores de poder que deciden su vida? ¿Un sujeto tan alienado que reemplazará el sexo de carne y hueso por modalidades virtuales, donde la reproducción de la especie podrá quedar circunscripta a un laboratorio? ¿Seres humanos sin conciencia crítica, pero infinitamente cargados de aparatos que le facilitan/solucionan la vida práctica con el menor esfuerzo?

Sin visiones apocalípticas ni conspiranoicas, ese salto cualitativo que vivimos hoy, que se acelera en forma creciente, obliga a preguntarnos por el futuro, no sin cierto temor: ¿qué sigue ahora: un mundo manejado por poderes globales que deciden la vida de la humanidad en función de sus mezquinos intereses sectoriales? ¿Una sociedad global donde la tecnología, dada la forma en que se desenvuelve en el marco capitalista, en vez de servir para liberarnos nos sojuzga cada vez más? ¿Un planeta tajantemente dividido entre quienes se benefician de la explosión científico-técnica y quienes “sobran”, alejados del  desarrollo, o recibiendo solo sus migajas? También cabe la posibilidad de una catástrofe medioambiental de tales proporciones que ya no sea posible su reversión, tornando la vida humana imposible. O, sin querer ser agoreros sino realistas, la posibilidad de una guerra nuclear generalizada que se saldría de control terminando con toda forma de vida en el globo. O, por último -y trabajemos por esto- ¿un mundo donde la abundancia permita el acceso de toda la población planetaria a los satisfactores que ese desarrollo de la productividad permite, con real equidad?: “De cada quien según su capacidad; a cada quien según su necesidad” decía Marx. ¿Para dónde vamos entonces? ¿Para dónde queremos que esto vaya?


mmcolussi@gmail.com,


viernes, 1 de diciembre de 2023

Distorsión de la Democracia


1° de diciembre de 2023. Por Cicerón Flórez Moya. Sin ser perfecta en su conjunto y tomando en cuenta las variables inocultables que tiene, la democracia representa un ideal basado en la soberanía de la voluntad popular mediante la participación de los ciudadanos en las decisiones de interés público. De allí resulta una forma de gobierno contraria al autoritarismo, irrigada por el reconocimiento de derechos colectivos. Es un antídoto contra el absolutismo, hasta el punto de generar la división de poderes en la administración (ejecutivo, judicial y legislativo) para garantizar independencia en el manejo del poder, aunque con articulación a la unidad armónica en su funcionamiento.

La democracia está pensada contra el unanimismo que anula el ejercicio de la deliberación y crea dogmas inapelables. La diversidad de ideas que puedan tener los ciudadanos promueve una dinámica pluralista, la cual no anula coincidencias de utilidad común. Mediante el debate se pueden encontrar los hilos para un tejido de consenso. Desde luego, se requiere una directriz abierta a la comprensión y la tolerancia. No se trata de estigmatizar el pensamiento contrario y más bien si asimilarlo con realismo, asignándole el valor que corresponde, sin adiciones que también puedan llevar a concesiones contrarias a la verdad.

En Colombia la democracia está afectada por la distorsión que proviene desde diferentes sectores. Se hace creer que las periódicas elecciones de servidores públicos bastan para su consagración. Sin embargo, esos procesos refrendados por votación popular no se cumplen con el rigor de la transparencia y en no pocos casos están deslegitimados por el tráfico de compraventa como lo confirma el expediente abierto a la dirigente Aida Merlano, que contó con el patrocinio de prominentes empresarios y políticos de la Costa Caribe para su pilatuna. Ese destape electoral es una mancha de degradación en el escenario donde se deciden fundamentales asuntos de la nación.

Pero el dinero con que se ensucian las elecciones no es el único daño que se le hace a la democracia. Servidores públicos, políticos, empresarios, combatientes armados de todos los bandos y muchos otros colombianos en distintas actividades incurren en el mismo protagonismo. La promoción de la violencia, el abuso de poder, la corrupción, las acciones contra el medio ambiente, la degradación de la justicia y cuanto se haga para ultrajar la existencia humana lleva al menosprecio de la democracia, equivalente a la agresión al conjunto de la sociedad. Y esto es una conducta de la cual son conscientes muchas veces quienes la provocan.

Es repetitiva en Colombia la invocación a la llamada institucionalidad como supremo patrimonio de la nación.  Pero mientras se incurre en esa fijación, hay quienes se oponen a las políticas que buscan reparar los acumulados problemas sociales. O se aferran a la violencia, con oposición a las negociaciones de paz. También ejercen de cómplices de la corrupción o se hacen los de la vista gorda ante desatinos manejados desde la política.

Se requiere ejercer una acción militante en defensa de la democracia, a fin que de esta se aplique en el país con lo más positivo que pueda ofrecer. Una democracia para fortalecer la existencia de todos los colombianos en los mejores términos.

Puntada: Ojalá la tregua entre Israel y Hamás sea el comienzo de una paz sostenible, que lleve a la erradicación de la barbarie con que se exterminan de parte y parte. Y que abra definitivamente el camino a la creación del Estado Palestino.


* ciceronflorezm@gmail.com; cflorez@laopinion.com.co