jueves, 12 de septiembre de 2019

Disertaciones del Crepúsculo – El deterioro de la oferta ambiental de Cali



12 septiembre 2019. Por Armando Palau Aldana. Los Planes de Ordenamiento Territorial cuentan con Planes Parciales, herramientas que determinan el desarrollo de los suelos de expansión urbana como el de Llanos de Pance aprobado en la alcaldía de Jorge Iván Ospina, una iniciativa privada que colinda con el Callejón de las Chuchas y el río Pance, abrebocas para encementar las verdes explanaciones del valle aluvial de este anhelado Parque de la Salud, en detrimento de las escazas y deficitarias zonas blandas de la ciudad. Este permiso determinó como excluyente política, la consolidación de vivienda de estrato seis para favorecer este elitista mercado, y permitió la aberrante autorización de localizar cesión para espacio público en el área forestal protectora del río. 
Durante la misma alcaldía, Jorge Iván Ospina dictó el Plan Parcial que permitió intervenir el Relicto del Bosque Seco Tropical del río Lili que alberga una alta cantidad de avifauna, tortugas, guatines, armadillos, murciélagos y especies de flora en veda nacional, para que se construya ahí el Terminal del Sur en donde no termina el sistema de transporte masivo, afectando biomas en peligro de extinción según el Instituto Alexander Humboldt, pues solo queda el cinco por ciento de estos bosques en Colombia. 
Igualmente autorizó y promovió la construcción de la urbanización Altos de Santa Elena de interés social, encima del Relicto del Bosque Seco Tropical del río Meléndez, trasgrediendo las normas nacionales y municipales de protección de esa Reserva Forestal, apartamentos que hoy día están afectados por la humedad que está destruyéndolos. 
De la misma forma, promovió las llamadas Megaobras que estimularon el uso de autos particulares, sin haber dictado el Plan de Movilidad Sostenible que contiene el Plan de Maestro de Ciclorrutas, que posteriormente el Tribunal del Valle del Cauca le ordenó expedir mediante acción de cumplimiento que instauré contra el entonces Alcalde Ospina; por ello, para el tardío cumplimiento de esa sentencia por el folclórico Armitage, la comunidad se queja porque pareciera que los ciclo-carriles hubieren sido metidos a la fuerza estrechando las existentes vías. 
Tratando de defender estos entornos hemos acudido con indeclinable estoicismo a acciones constitucionales como la de cumplimiento, populares y tutela, construyendo jurisprudencia, como aquella que ha superado paulatinamente la visión antropocéntrica para llegar a posturas ecocéntricas, que conciben a la naturaleza como un auténtico sujeto de derechos e implican su protección, conservación, mantenimiento y restauración, respaldando cosmovisiones plurales y alternativas con la premisa básica según la cual la tierra no pertenece al hombre y, por el contrario, asume que este es quien pertenece a la tierra, como cualquier otra especie, pues la humanidad es solo un evento más dentro de una larga cadena evolutiva que ha perdurado por miles de millones de años. Esto, aunque el Tribunal de Cali haya anulado la declaratoria que sobre el río Pance se hizo, desconociendo el precedente judicial de la Corte Constitucional. ¡Qué vergüenza! 
Todas estas acciones gubernamentales que se tomaron durante la administración del médico Ospina, lesionaron gravemente el entorno y la oferta ambiental de los caleños y especialmente la salud de nuestra niñez que sufre de afectaciones respiratorias que se agudizan en las noches cuando los ratones de las chimeneas merodean porque los gatos de la política duermen, rumbean o derrochan dineros públicos. Por ello, es hora de luchar por la formación de una cultura que nos lleve a un entorno saludable, la ciudadanía que elige tiene la palabra, mientras nuestros cerros se queman ante la incompetencia preventiva de las autoridades, en medio de un espectáculo pirómano promovido por los cañicultores desde hace casi cinco décadas, al que nos vienen acostumbrando a ver en el valle geográfico del río Cauca cuando arde injustamente nuestra tierra en los tristes crepúsculos de nuestros atardeceres. 

Cali, a los once días de septiembre de dos mil diecinueve.



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